La ETA vuelve a atentar y vuelve a cerrar la semana como protagonista de la vida española

Apenas hacía unas horas que se daba por liquidado el comando ‘Nafarroa’ cuando una bomba estallaba en Pamplona. La presencia etarra sigue siendo una constante e irrumpe de forma habitual en la vida española. El hecho, feliz, de que no haya víctimas mortales y de que los heridos no revistan excesiva gravedad no debe llevar a nadie a minimizar lo que supone un atentado terrorista, por lo que tiene de ataque frontal a la libertad de todos los españoles.

Que un atentado es grave, sean cuales sean sus consecuencias, da idea el que desde las once de la mañana del jueves se dejaran de lado las controversias sobre la crisis o sobre la conferencia de El Salvador o sobre los esfuerzos de Rodríguez Zapatero para estar en la pomada económica.

Es posible que el paro y las dificultades económicas sean, según las encuestas, la primera preocupación de los españoles, pero cuando hay un atentado es evidente que las tornas se vuelven y los problemas económicos, por serios que se antojen, dejan paso al asco y al rechazo que producen en toda la población los terroristas y quienes les apoyan.

Había comenzado la semana con las reivindicaciones históricas de Cándido Méndez, que se uncía al carro de Garzón para que la UGT se personara en el fantasmal proceso al fantasma de Franco. ‘Nada ni nadie parará el proceso del fiscal contra Franco’, afirmaba rotundo el sindicalista.

Muchos se apresuraban a hacer notar las añoranzas que en el mundo del trabajo producían sus palabras al recordar los viejos tiempos en los que los sindicatos, lejos de perseguir fantasmas, se dedicaban a reivindicar los derechos de los obreros, por ejemplo, al trabajo. Pero el único paro que, al parecer, preocupa a Cándido Méndez es el de Francio en su tumba.

Sí le preocupa la pretendida ‘exhumación’ a Santiago Carrillo. Es lógico que las sensibilidades derivadas de la Guerra Civil no sean las mismas en el viejo sindicalista que las que conserve el antiguo responsable del orden público en el Madrid de los primeros meses de la Guerra.  El temor de Carrillo a los tiros por la culata, si no por los tiros propiamente dichos, sí puede estar provocado por el retroceso del arma pseudojurídica que ha empuñado Garzón.

También la semana –precisamente en Navarra- nos traía la ruptura más o menos traumática de Rajoy y Sanz. ¿Es lo mismo la ruptura entre Rajoy y Sanz que entre el Partido Popular y Unión del Pueblo Navarro? Si se lee entre líneas a Cospedal y a Barcina, a lo mejor se llega a la conclusión de que no es lo mismo. El tiempo y las urnas nos explicarán la diferencia.

También debería de haber una diferencia clara e inequívoca entre marcharse y quedarse, entre permanecer e irse. Parece que Gaspar Llamazares no ha dado con el gozne de la diferenciación y se ha ido pero continúa, se marcha pero permaneciendo, se despide sin levantarse. Es como esas visitas pesadas que se están yendo toda la tarde y al final se quedan a cenar. Lo que pasa es que él asume sus responsabilidades y sigue cenando -políticamente por supuesto- en su escaño.

Los que se deben quedar a cenar en casa de los amigos, e incluso a tomarse una copita hasta las tantas, son los 190 diputados que se fumaron la sesión de control al Gobierno. No deja de ser un ejemplo en épocas en las que la gente busca empleo o lucha para que no se lo quiten.

 

Y la crisis… no la económica, que esa ya la están resolviendo Corbacho, que dice que en dos meses está liquidada, o Solbes que balbucea que se mueve el cotarro. La crisis verdadera es la del presidente del Gobierno, que ya no sabe qué hacer para irse a Nueva York y que alguien le haga caso. Mira que Blanco nos lo tiene dicho, que líderes como Zapatero no se encuentran todos los días, que los del mundo mundial no sean tontos y se aprovechen de sus conocimientos económicos, que es de los poquitos que pueden arreglar esto. Pero nada. Al final irá. Lo que no sabemos es de qué, ni para qué. Incluso algunos nos preguntamos que por qué.

Y a todo esto, y con la que está cayendo, Rajoy haciendo streeptease pero al revés. Cuando todos los que hacen streeptease se desvisten, incluso los de Nuevas Generaciones que se quedan en pelotaZ, va Rajoy y se dedica a vestirse. Eso sí, por los pies. Y, además, nos lo cuenta.

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