Y Esperanza y Alberto cogieron sus fusiles mientras Mariano -Job- otorga. ¿O no?

Esa es la incógnita que circula por los pasillos de Génova. Por qué Ruíz Gallardón decide que Cobo ponga toda la artillería sobre la mesa y por qué Esperanza Aguirre contesta con cajas destempladas y no tanto al alcalde de Madrid como al líder del partido.

Algo se mueve entre los populares, y no precisa ni exclusivamente en Madrid. Son muchos los que coinciden en que los tiros están apuntando hacia lo más alto y que ha comenzado la batalla por el poder. Que alguien o –mejor dicho- ‘alguienes’, han decidido no esperar a una nueva derrota en las generales y que han dado un paso al frente.

Hasta hay quien dice que -si se produce- el paso de Rato por Cajamadrid no será muy dilatado en el tiempo, porque al final, el tercero en discordia, se puede llevar el gato al agua. Y ya ha dicho que es bueno para cualquier puesto y que sería un magnífico presidente del Gobierno. Lo más curioso de todo es que, entre bromas y veras, en muchos ámbitos populares, a Rajoy se le da por amortizado, por mucho que se quiera mostrar duro, con Costa y hasta impaciente con los jefes madrileños, por aquello del Santo Job que, como madre –no Manuela- no hay más que uno. .

Mientras, asistimos a votaciones ridículas en el Ayuntamiento de Madrid, ‘chulerías’ de unos y otros y ultimátums que, en situación normal, serían inaceptables por muy justificados que puedan estar. Por ejemplo, no es fácil de entender –o se entiende demasiado bien- el ‘cambio de cromos’ que, de igual a igual, ha propuesto Esperanza Aguirre a Mariano Rajoy. Que todo viene de aquello que ha dicho Aznar, de ¿un partido, un proyecto y, si es posible un líder?. Las dudas vienen por el ‘si es posible’. ¿Y si no lo es?.

¿Y la crisis?, pues ni está ni se la espera, al menos en Ferraz o en La Moncloa, donde tienen que taparse la boca para que nos se les vean los dientes -que diría la Pantoja.-. Y es que ni en sus más dulces sueños de Disneyland, incluida la visita a Obama, Rodríguez Zapatero podría imaginar lo que está viviendo como presidente de uno de los Gobiernos más desnortados de la historia de nuestra democracia.

Entre respaldos idiotas, vómitos políticos y silencios galaicos, la oposición no existe o si existe la han relegado al limbo del Internet, trasladando allí las preguntas a las que la Vicepresidenta de La Vega no se digna atender por mucho que Soraya Saénz de Santamaría haga pasillos en la carrera de San Jerónimo.

Claro que las preguntas también se podrían hacer en Santa Coloma de Gramanet o en el despacho de político retirado de Jordi Pujol, léase Maciá Alavedra y Lluís Prenafeta, y hasta en el del presidente del Senado, eso sí, por parte de yerno.

Si en los ayuntamientos la corrupción lo invade todo, en Génova lo invade la idiotez –lo ha dicho Aguirre- y en Ferraz la satisfacción del deber incumplido. Nunca han estado peor las cosas –salvo para el Santander y algunos otros- para la economía doméstica de los españoles, ni nunca van a estar mejor para el Gobierno. Si estuviéramos en Gran Bretaña, el presidente adelantaría las elecciones porque está en un momento dulce, no como el Alcorcón, pero en una situación óptima para renovar mandato.

Ahora la palabra es desafección y los políticos, incluido Montilla, se apresuran a decir que no todos son iguales. Pues al menos hay sospechas de que pueden empezar a parecer iguales, unos por golfos y otros por tontos y algunos por listillos.

 

Pero para listillo, listillo, lo que se dice listillo, Jorge Valdano. ¡Qué arte!

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