Galicia y Euskadi, elecciones viciadas

No salimos de unas y nos metemos en otras; cuando aún no hemos resuelto qué hacer con los escaños que salieron de las últimas elecciones generales, ya estamos en campaña para unas autonómicas. Elecciones complicadas por cuanto la situación actual de nuestro país va a influir en los votantes, por más que gallegos y vascos intenten obviar que los resultados quizás tengan mucho que decir en la solución –si es que tiene solución- del atasco institucional en el que estamos metidos.

Que nadie espere que los políticos, sean del partido que sean, acepten el hecho de que las elecciones autonómicas que ahora nos ocupan, nacen absolutamente determinadas por la actual situación, o que unos y otros reconozcan que esperan a tener esas cifras encima de la mesa, para ver si son negociables con carácter nacional.

Es otra de las secuelas de la crisis política en la que estamos inmersos. Unas consecuencias de ida y vuelta: crisis que influye en las elecciones vascas y gallegas, y resultados autonómicos que pueden tener repercusión en la política nacional.

Se trata de unas elecciones desvirtuadas, no porque los electores vayan a votar con la vista puesta en algo que no sea su deseo de que el candidato al que voten se alce con el gobierno en Santiago o en Vitoria, sino porque serán los propios políticos y los propios partidos quienes, en un sentido o en otro, intenten aprovechar la situación.

La verdad es que no se sabe cómo nos las arreglamos para que nunca podamos celebrar unas elecciones con normalidad. Las gallegas y las vascas no podían escaparse a ese mal fario que parece perseguirnos.

 
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