Gregorio cogió su fusil

El Alto Comisionado para las Víctimas del Terrorismo, el Secretario de Estado nombrado por el Gobierno, el cargo público que lo es para el Gobierno y no para las víctimas, ha tocado fondo. No se puede estar más hundido, ni tener sobre sí una gestión más desvergonzada desde el punto de vista político y desde el punto de vista de los ciudadanos.

No es cuestión de ideologías ni de politizar nada, es un problema de sensibilidad humana, ciudadana, política y democrática. Ninguna de esas sensibilidades forman -hoy por hoy- parte del acerbo de Peces Barba.

A nadie sorprende esta actitud. Es el mismo que desde el rectorado de la Carlos III dedicaba sus mejores afanes intelectuales a demostrar por qué razones no debía de haber una capilla a pesar de que la pedían una gran mayoría de alumnos. Es sólo una anécdota pero dice mucho del talante del actual Alto Comisionado y Secretario de Estado.

Ahora, esos afanes intelectuales los pone al servicio del Gobierno para intentar justificar por qué desatiende, desprecia y machaca sistemáticamente a unas asociaciones concretas de víctimas. Lo ha dicho claramente: que él es Secretario de Estado, que le ha nombrado el Gobierno y que sólo se irá si se lo indica quien le ha nombrado, y que no es el Comisionado de las víctimas.

Todo claro. Es lo mismo que el futbolista tonto que cada domingo sale al césped entre los insultos y los gritos de "fuera" de la afición, pero él sigue porque le contrató el presidente del club y la afición de su equipo le importa un comino. Tonto el futbolista y más tonto aún el razonamiento.

Y, como de costumbre, Peces Barba coge el fusil y empieza a disparar a la Iglesia Católica. Dice que no hay que confundir laicismo con laicidad. Totalmente de acuerdo. Aplíquese el cuento. Dice que la Iglesia es dañina para la democracia. Pues ya está, ya ha disparado. Y ahora ¿qué?

Su discurso es falso, vacío de contenido, irracional e intelectualmente escaso. De un rector universitario cabe esperar más, pero se conoce que el pluriempleo corta las alas del pensamiento.

Lo que ocurre es que eso del ataque a la jerarquía católica ya no cuela, y si cuela es para muy poquitos que están tan escasos de raciocinio como el Alto Comisionado y Secretario de Estado.

No sólo tiene que marcharse sino que tiene que hacerlo cuanto antes. Ya no puede salir más que por la puerta de atrás, pero se tiene que ir. Si solamente se dimite cuando lo indica el que nombró al dimitido, la dimisión ya no existe; se trata, entonces, de un clarísimo cese. Peces Barba debe saber que la dimisión es un acto de valentía y de dignidad personal, y se dimite porque no se cuenta con la confianza de quienes la tienen que dar o porque se es incapaz de llevar a cabo la tarea encomendada.

 

Pero Peces Barba ha preferido coger su fusil. Menos mal que es un fusil como aquellos de Mortadelo, que tienen el cañón flácido y apunta hacia abajo, y es el que dispara el que se pega un tiro en los pies. A los demás, los disparos ni los rozan.

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