Haz el amor y no la guerra

Un general de altísimo rango y que ha ocupado la cúpula militar del Ejército ha fichado por Podemos. Bueno y ¿qué? ¿pasa algo? Pues no, todo es perfectamente legal y hasta democrático, un general puede hacer de su uniforme y de sus estrellas un sayo.

Es un general que ha dado su opinión sobre el lío de Cataluña y ha dicho que la forma de arreglarlo es dando amor, o sea por la vía cardiaca y sentimental. Le ha dado por la película titulada las ‘Maniobras del amor’ o por aquella otra denominada ‘Desde Rusia –desde Zaragoza o San Javier en este caso- con amor’ y, por supuesto, un eslogan que no rechazarán los de Podemos: haz el amor y no la guerra. No es que el general de marras fuera muy dado a la guerra –ahí están sus actuaciones contra los piratas cuando estaba en ejercicio- pero, en cualquier caso, siempre es buena la invocación al amor, aunque no se sabe si el caso catalán es el mejor ejemplo de posible flechazo, a la vista de algunas fisonomías que pululan por los despachos de Barcelona.

Lo cierto es que Podemos se ha apuntado un tanto –no se sabe dónde se lo ha apuntado, ni para qué se lo ha apuntado, ni qué réditos va a sacar la formación de ese apuntamiento- y que ese tanto se lo ha arrebatado al Partido Socialista que estaba tan ufano con su comandante.

¿Será por ministros de defensa? Dos formaciones no muy dadas a la cosa castrense, lo primero que hacen es nombrar un ministro de Defensa. Lo que pasa es que siempre ha habido categorías y mientras uno se queda en una comandante, el otro nombra nada más y nada menos que a un general y a un general de altos vuelos. Aquello de la OTAN y las bases americanas y el ruido de sables y el caballo de Pavía, ya ha quedado muy atrás y el voto es el voto. Ya solamente queda que Izquierda Unida fiche a un coronel y ya tenemos el completo de militares de izquierdas de toda la vida.

Pero hay quien se malicia que estas incorporaciones son poco más que un maquillaje, que se va deteriorando a lo largo de la velada, se convierte en una careta y al final hay que ir a la ‘toilette’ a retocarlo y algunos maquillajes –por ejemplo el que Felipe González le hizo a Baltasar Garzón- son imposibles de restaurar.

No, si ya lo dijeron Rodríguez Zapatero, el estadista planetario, y la ministra de Defensa ante la que se cuadraba el general de Podemos.

 
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