Llamazares está de morros

Este hombre es que está enfadado con el mundo. No opina ni hace declaraciones, regaña. Ahora está de morros con el PSOE por eso de la memoria histórica y dice que ya no va a tener relaciones preferenciales, que vaya usted a saber qué es eso.

Ser comunista en el mundo actual, en pleno siglo XXI, no debe de ser fácil, pero es que Llamazares lo hace aún más dificil. Porque ser comunista y estar todo el tiempo hablando de democracia es un trago.

Hay que ser comunista como Dios manda -con perdón-. Comunista de los de antes, de los de toda la vida, comunista “pata negra”, comunista tipo Fidel Castro o a la manera de Santiago Carrillo que se inventó eso del “eurocomunismo” que, al menos, tenía un pase. Pero es que lo de Llamazares es un continuo malestar. Cuando en una rueda de prensa arruga la nariz como si le vinieran efluvios desagradables, hay que ponerse en lo peor.

Ahora está regañándonos con lo de revolver la historia y, además, con hurgar en los basureros de una guerra civil que parecía estar precisamente en la historia. Y en vez de dejársela a los historiadores, va y se la entrega a los enterradores o a los “desenterradores”. Mal servicio.

Una guerra civil es lo que es y, como empecemos a cavar fosas, toda España va a parecer el Madrid de Ruiz Gallardón.

Nunca es el momento de reavivar rencores, de recalentar odios y de intentar nuevamente una política de bandos, pero en la España de hoy eso, además de ser un despropósito, es una irresponsabilidad de tamaño natural.

A Llamazares se le han muerto los zares rojos, le han cerrado el Kremlin y le han derribado el muro de Berlín. Es muy posible que se haya quedado sin más referencia que Cuba y algún que otro país asiático más o menos distraído, pero eso no le da carta de naturaleza para montarnos a los españoles el lío de la memoria de la guerra civil.

Se puede decir que el Partido Socialista también se ha metido en el atolladero, pero intenta ser prudente y eso es, precisamente, lo que tiene cabreado a Llamazares. Según él, la ley se queda corta y no legisla que se pueda dinamitar el Valle de los Caídos –dicho sea en sentido figurado-.

Las jóvenes generaciones de españoles no tienen la culpa de las frustraciones o de los afanes revanchistas de Llamazares. No vivieron la guerra civil y no quieren revivirla.

 

Quédese Llamazares en su lugar descanso, releyendo “El Capital” o el “Libro Rojo” de Mao y atendiendo los partes facultativos que le lleguen de Cuba, y déjenos en paz –nunca mejor dicho- a los españoles.

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