Llueve sobre España: la bochornosa campaña electoral que hemos vivido ha enfadado a la madre naturaleza

Como en los versos de La Venganza de Don Mendo:  “Terció y os hizo mal tercio”. Han entrado en campaña los dos “ex” y –además de no saber para qué- lo que han hecho ha sido enredar y hacerlo con una cosa tan vidriosa como las apelaciones al pasado, a ese pasado que aunque no se nombre comenzó el 18 de julio del 36. Visto lo visto y escuchado lo escuchado no debe de ser fácil la retirada de quien ha estado en el candelero.

Que se lo pregunten a Rodríguez Ibarra, que sigue dando coletazos, o a Llamazares, que está más que retirado de la política –él no lo sabe y sigue dando el mitin- y que ahora llama a Aznar nada más y nada menos que “salvapatrias, mentecato y neofranquista”. Sin que sea nada de eso, lo cierto es que sus últimas intervenciones públicas no están siendo demasiado afortunadas.

Claro que en esta campaña –la más deleznable, barriobajera y sucia, de las más recientes que hemos tenido que sufrir los españoles- pocos se salvan de la quema y menos aún han tenido un papel medianamente digno. Lo cierto es que si los ciudadanos tuvieran que votar por lo visto y oído en mítines y debates, la abstención sería histórica.

Todos remueven el pasado y todos se increpan y se insultan. Los unos perdonan la vida a los otros y los otros ridiculizan a los unos. Un espectáculo lamentable que tiene todos los visos de repetirse en las generales porque, lo quieran o no los políticos, estas elecciones han sido unas primarias como la copa de un pino.

Debates sobre asuntos locales, pocos. Opciones de futuro, menos. Sentido común, ausente de la inmensa mayoría de los discursos. Mítines con botellón incluido. Y para colmo desconcertar al votante, porque antes, en una democracia cuando sonaba el timbre de la puerta a tempranas horas, era el lechero. Ahora cuando suena el móvil de madrugada es Santiago Pérez del Partido Socialista Canario, que te pide el voto.

Las declaraciones de Fernando Puras, candidato por el PSOE en Navarra, son todo un síntoma: No es necesario hablar de pactos de antemano, ha dicho el prócer navarro. Y se ha quedado tan satisfecho. ¿Hay que votar en Navarra sin saber lo que quieren hacer con Navarra los políticos a los que se vota? Muy fuerte, y más en una Comunidad que se juega su futuro como ninguna otra por razones que saltan a la vista. Pero eso es lo que hay.

Si un político, de forma manifiesta y sin molestarse en disimular, se guarda las cartas de los votos en la manga para “ver lo que pasa”, estamos apañados. Y Puras lo dice, pero la inmensa mayoría no lo dice y eso lo vamos a ver en cuanto se cierren las urnas, y ahí va a ser ella porque todas las acciones de Gobierno que están larvadas o en paro para no entorpecer la campaña van a salir de aquí a las generales y nos vamos a enterar de lo que vale un peine.

Se rumorea que puede haber un adelanto electoral pero, se adelanten o no, va a dar lo mismo, y de aquí a que llegue ese día, el aquelarre -ya sin el freno de los comicios inmediatos- va a ser de órdago a la grande.

El ejemplo más claro es que la inmensa mayoría de los Ministros han estado “guardados” a buen recaudo y apenas si algunos han asomado la patita, pero a partir de la semana post electoral, salvo que los pactos y las componendas aconsejen lo contrario, reaparecerá lo mejor de cada casa.

 

Los que no se cortan un pelo son los etarras y los batasunos. Frases como Cumplir los acuerdos de años de negociación o Si no hay democracia para nosotros no la hay para nadie deberían hacer pensar a quienes tienen en sus manos los resortes del poder. Reaparece la lucha callejera, se revientan mítines, hay bombas aunque se les cambie el nombre, se extorsiona a candidatos y la libertad en el País Vasco no existe. En estas condiciones ya verán ustedes cómo, en cuanto acabe el proceso electoral, el Lehendakari volverá con la matraca del referéndum de “vascos y vascas”.

Y luego está la antología del disparate en plena campaña. Simancas –todo un ejemplo de iniciativa por Madrid- ha hecho una propuesta “estrella” literalmente: añadir una estrella a la bandera autonómica, eso sí, violeta, para con ello plasmar la igualdad entre ambos sexos. El Ministro de Justicia cree que la campaña abertzale es “como las demás”. Miguel Sebastián sigue con lo de la foto sí, la foto no, y en las propias narices del Ministro de Exteriores se habla de Gibraltar como “país de origen” de eso de las monedas. Zapatero pide paciencia a los trabajadores de Delphi mientras él mismo se arma de esa misma virtud ante Zarkozy, que no se ha dignado convocarle a las conversaciones sobre el Airbus. Todo un síntoma.

Mientras, y en plena campaña, se gesta otro partido. Raro, raro, raro. Y más raro que el Partido Popular ofrezca “asilo político” a los disidentes socialistas que se quieren establecer por su cuenta.

Antes, la política hacía extraños compañeros de cama. Ahora, separa hasta a hermanos gemelos y, en la gallega Ares, dos hermanos se han enzarzado y ya ni se hablan por un pasquín más o menos. Triste, porque como decía Gila del portero al que disparaban un penalti, esos dos candidatos tendrán madre y su día electoral será duro.

Zapatero es abucheado en el pueblo de su abuelo Rodríguez Lozano; Bermejo sale malparado de Sestao; y el Rey sale malparado de Antena 3, al ser elegido el español de la historia en dura disputa con Alonso, Pantoja, Bisbal, Lola Flores, Franco, Alfonso X El Sabio, Colón o Induraín. Otro síntoma de por dónde va nuestra democracia.

Blanco –siempre Blanco- enfatiza los razonamientos: Le he aconsejado a Aznar que si bebe no hable. Ingenioso este hombre que entre chorrada y chorrada apenas tiene tiempo de averiguar si una bomba en los bajos de un coche de un concejal es o no es un atentado.

De La Vega –siempre De La Vega- se dedica a las labores propias de su sexo y nos cuenta eso de que el algodón no engaña y al pasarlo por el espejo del Partido Popular, sale sucio. Original y cáustica.

Y así se nos ha ido la campaña electoral. En un suspiro, pero suspiro de alivio cuando ha finalizado.

Ya lo ha dicho Leguina: Pobre Partido Socialista Madrileño, tan lejos de la democracia y tan cerca de Ferraz. Síntomas de una enfermedad que ya es una epidemia en la política española.

¿Sólo síntomas?

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