Oiga, ¿que no resulta aburrido?

Si uno se pasea despacio por Las Ramblas o por el Paseo de Gracia o se toma una cerveza en cualquier esquina de Barcelona, no es raro que escuche alguna frase parecida a la que sirve de encabezamiento. Y es que el "asunto de Cataluña" no es que aburra a las ovejas, es que aburre a los mismos catalanes que, para librarse del tedio, hasta los moços de esquadra se dedican a amenizar -y de uniforme- despedidas de soltera. Ya lo dijeron cuando les preguntaron en una encuesta: "El Estatut nos trae sin cuidado". El seny, está funcionando en la calle, en las familias, en las oficinas, en los comercios... Donde únicamente no funciona es en la Plaza de San Jaime y aledaños. Los políticos catalanes, bien arropados desde La Moncloa, se han inventado un asunto donde no lo había, nos han creado un problema a todos los españoles y, además, se están poniendo pesadísimos. Ahora es el conato de cambio en el Gobierno de la Generalidad que, de momento, se ha quedado en el limbo de los justos, porque hasta el mandón de Carod ha dicho que mucha calma. Si sólo se trata de poner al hermano de Consejero, pues que lo pongan pero que no nos den la vara. No pasa un día sin que, en el puente aéreo, no llegue alguna nueva desde Cataluña. Una pesadez. Y, de pronto, cuando estamos más distraídos, desembarcan los políticos catalanes en Madrid y nos dicen que nos van a cambiar la Constitución desde el Parlament. Es igual que se alcen voces desde todos los ámbitos políticos, incluido el propio Partido Socialista. Los "mandamases" catalanes, inasequibles al desaliento, continúan con sus "envíos". Hay que pensar que es la táctica del agotamiento: "Si no nos hacen caso porque no tenemos razón, nos lo van a hacer por pesados y para que les dejemos en paz". Pues igual aciertan. Pero lo que ocurre es que entre bostezo y bostezo, por aquello del aburrimiento, va uno, se lee algún artículo del estatuto, y se le ponen los pelos de punta. Ya no se trata del término "nación" -que sería suficiente para no continuar leyendo-, es que la financiación, la justicia, la enseñanza, el orden público, la lengua o los vetos para que el resto de España no tenga nada que decir ni que hacer en Cataluña, todo es un despropósito. Por eso el aburrimiento no va a triunfar y, por muy pesados que se pongan, no va a colar un “Estatut” que se carga la Constitución de todos los españoles. Y, si hay que cargarse la Constitución, por lo menos que nos la carguemos todos y no sólo unos pocos que, además, son aburridísimos. ¿Que no podrían dejarnos en paz?

 
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