El Papa, simplemente

Son los mismos que llevan un mes especulando sobre las razones de Benedicto XVI para renunciar al papado. Son los mismos que llevan 15 días dándonos la vara con la historia de los papables, de los ‘grandes electores’, de los grupos y las facciones entre los cardenales y de los que son progresistas o integristas. Y así horas y horas de tertulias, páginas y páginas de vaciedades y tiempos y tiempos de radio llenos de nada. Además, como ahora estamos en plena modernidad hay que aguantar eso de las redes sociales.

Son los mismos que ayer se miraban atónitos porque no tenían la menor idea de quién era ese Jorge Mario, cardenal Bergoglio, por mucho que los enterados dijeran que era el que había disputado con Ratzinger en el anterior cónclave.

Esos videntes informan, como diría Indro Montanelli, de algo de lo que no tienen la menor idea. Y nos contaban lo de la elección mediática y se apresuraban a romper sus carpetas llenas de biografías inútiles.

Son los mismos que afirman sin inmutarse la separación, de la Iglesia, de la juventud y su escepticismo religioso y cuando se les pregunta, recordando las Jornadas Mundiales de la Juventud, que quién lograría tener esa capacidad de convocatoria contestan, también sin inmutarse, que cualquier estrella del rock.

Decía Albino Luciani cuando era Patriarca de Venecia que uno de los grandes errores de quienes informaban sobre la vida de la Iglesia Católica era hacerlo desde parámetros puramente humanos y con visión semejante a la política nuestra de cada día. Es como si alguien, le guste o no el baloncesto, lo enjuicia desde el reglamento del fútbol. Los errores son monumentales.

Y serán los mismos los que, ahora, comiencen a opinar sobre el nuevo Papa. Para unos será ese progresista que ansían y lo será porque viaja en metro o se hace su propia comida. Para otros estaremos ante un Sumo Pontífice conservador porque ¡cosa insólita en un Arzobispo de la Iglesia Católica! defiende la familia, el matrimonio entre hombre y mujer y no admite el aborto.

Son los mismos que estarán como posesos buscando en los archivos una fotografía del antiguo Arzobispo de Buenos Aires dando la Comunión a alguno de los dictadores que ha sufrido la nación argentina.

Son los mismos que nos lo presentarán como el gran enemigo de Benedicto XVI y hasta como un Papa de transición o de consenso ante el fracaso de las candidaturas de los que ellos denominaban papables.

Y es que son los mismos que no escarmientan y que sonríen cuando se les habla de la asistencia permanente del Espíritu Santo a la Iglesia y a los cardenales durante la elección. Son los que juzgan al Papa y a la Iglesia solamente con criterios humanos y, como decía el que después sería Juan Pablo I, se equivocan casi siempre.

 

Y se equivocan porque el Papa, el que sea, es el que Dios quiere para su Iglesia y sencillamente, muy sencillamente, es el Papa.

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