El Partido Popular se ha quedado más plano que los zapatos de Esperanza Aguirre

La gestión de Mariano Rajoy al frente del Partido Popular y como principal responsable de hacer oposición al Gobierno, quedará en el limbo –si no de los justos- sí en el de la incógnita. Son muchos los dirigentes del partido que están desconcertados –y hasta hartos- con tanta ambigüedad, con tantos silencios, con tanta declaración vacía y, sobre todo, con tan pocos resultados reales.

Los lodos de empeñarse en continuar -tras perder elecciones- traen los barros de tener que enfrentarse dentro de su propia formación con quienes las ganan. Y esto, se quiera o no, es como el fútbol: lo único que cuenta son los resultados. Y los ‘barones’ del Partido Popular ganan al jefe del Partido Popular por goleada. Esa es la gran debilidad de Mariano Rajoy, y precisamente por ella no está en condiciones de gobernar su partido cuando los ‘triunfitos’ se le encabritan. Posiblemente Ruíz Gallardón y Aguirre hayan quemado muchas de sus naves políticas en sus batallas continuas, pero en algunas de las escaramuzas pueden haberse llevado por delante a Mariano Rajoy.

En España, y con el Gobierno de España, están pasando demasiadas cosas como para que la oposición esté maniatada por cuestiones internas. No es grave que en un partido político haya disensiones, peleas, ambiciones y hasta luchas por la sucesión. Todo eso es normal y además perfectamente asumible, pero el razonamiento quiebra cuando hay sensación de falta de liderazgo y de que no es que las cosas se estén haciendo mal sino de que no se hace nada.

El problema de los barones autonómicos es algo siempre previsible y hay que atajarlo de raíz. Lo que está ocurriendo en el Partido Popular –se dice abiertamente en muchos pasillos de Génova- es fruto de lo mal que se hicieron las cosas en el congreso de Valencia.

Allí –también se dice en cabildeos del partido- la única meta de Rajoy fue hacer su propio equipo, prescindir de las últimas huellas de Aznar y mostrar de esa forma autoridad y liderazgo. Aún suponiendo que la estrategia fuera buena, que no lo era y los hechos lo han demostrado, fracasó desde el principio, y a partir de ahí el partido y su líder han ido dando tumbos.

Y mientras, los tumbos del Gobierno, que por ser del Gobierno son más graves y más peligrosos, son cada vez más frecuentes. Las comparecencias de Carme Chacón con el caso del ‘Alakrana’, afirmando entre otras cosas que las declaraciones de alguien que está bajo secuestro no pueden ser tomadas en consideración son, cuando menos, inoportunas. Y son inoportunas pura y simplemente porque se producen con el pie forzado de los secuestradores, que son los que tienen la iniciativa en todo momento y tras las dramáticas comparecencias ante los medios de las familias de los pescadores secuestrados.

La afirmación de la ministra, que dice saber ‘exactamente’ dónde están los tres tripulantes que han sido bajados a tierra, pueden dar pie a muchos comentarios sobre lo que la ministra sabe o no sabe exactamente de este secuestro. Lo único que está claro es que en las mismas narices de una fragata de la Armada han sacado del barco a tres españoles y que seguimos sus pasos –esperemos que sea verdad- no se sabe muy bien cómo.

En estos casos es muy fácil escudarse en el secreto de las negociaciones y aconsejar a las familias que permanezcan calladitas para no entorpecerlas, pero ya nadie confía en nadie.

Las cosas están tan complicadas que nos estamos quedando en la anécdota de los zapatos de Esperanza Aguirre. O sea, tacones lejanos.

 
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