Quedarse con las vergüenzas al aire

El comunicado de ETA ni es nuevo, ni dice nada nuevo y eso es, precisamente, lo que ha dejado al Gobierno con las vergüenzas al aire. Es seguro que alguien se ha equivocado y que alguien ha hecho que se equivoque el Presidente. Si se pensaba que ETA iba a cambiar o que la tregua, de producirse, iba a tener términos diferentes a las condiciones que todos conocemos, se ha equivocado en toda la línea. ETA no cambia por la sencilla razón de que no puede cambiar. Si hay tregua, no cambiará y si no hay tregua no cambiará. Eso es lo que supone, y es, un bochorno para el Ejecutivo. Suponiendo que hubiera tregua todos vamos a saber en qué términos se ha negociado esa tregua: Autodeterminación , es decir, independencia. Anexión de Navarra. Negociación de igual a igual. ETA ha dejado claro que la actual situación autonómica, por mucho que se ceda, dista mucho del marco en el que ellos se van a mover. No les vale y aunque el Gobierno les ha venido poniendo el señuelo del Estatuto de Cataluña, no es que no sea suficiente, es que no es lo que ellos pretenden. No se trata de un problema cuantitativo de ceder más o menos, es un asunto cualitativo que exige una nueva visión del futuro de Euskadi que pasa por la autodeterminación. ETA pretende la anexión de Navarra. Es un asunto vital para ellos y tampoco ahí van a ceder lo más mínimo. Completar el mapa de Euskadi, tal y como ellos la entienden, es básico en sus planteamientos reivindicativos. ETA no admite una decisión unilateral, sino que esas resoluciones tienen que ser el resultado de una negociación de igual a igual con el Estado español. De ahí la política de “ni vencedores ni vencidos”. Esa es la cruda realidad con la que Rodríguez Zapatero se ha encontrado de manos a boca. Ese es el terreno de juego que ETA ha marcado desde siempre y que, a la vista está, no ha variado ni un milímetro. El resto son —en el mejor de los casos- buenos deseos de un Gobierno necesitado de una foto para un cartel electoral. Alguien convenció al Presidente del Gobierno —o se convenció a sí mismo- de que su reelección pasaba por la tregua de ETA y a ello ha dedicado ZP sus esfuerzos; incluido, como decíamos al principio, el Estatuto de Cataluña como algo de “esto es lo que podéis tener”. A la tregua, para él vital, ha subordinado sus relaciones con el Partido Popular y hasta el consenso dentro de su propio partido, como lo demuestra la situación caótica del Partido Socialista de Euskadi. Y en esas estamos. Aún suponiendo que haya tregua, va a ser muy difícil que Rodríguez Zapatero pueda demostrar a los españoles que no ha pasado por las horcas caudinas de esas exigencias que ETA sigue diciendo, clara y rotundamente, que son irrenunciables.

 
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