Reinventar el Estatut

Promesas de Rodríguez Zapatero aparte; ambiciones políticas de los dirigentes catalanes al margen e incluso dejando a un lado las ambivalencias del Partido Popular, lo cierto es que ‘lo del Estatut’ no se tiene en pie.

Han pasado demasiadas cosas y al final, incluidos los retrasos del Tribunal Constitucional, ha ocurrido lo que quizás pretendía el presidente del Gobierno que era llegar a los presupuestos -e incluso a una hipotética, muy hipotética, moción de censura- con el Estatut como moneda de cambio.

Después hemos tenido que soportar las alharacas y las declaraciones más o menos rimbombantes de unos y de otros o las protestas, mejor o peor organizadas, pero la realidad es que la suerte de Cataluña, con ella la de otras autonomías y con la de éstas la de toda España, se ha puesto encima de la mesa de la negociación política a mayor gloria del Gobierno actual.

Incluso en las filas del PSOE surgen voces que discrepan en el fondo y en la forma, pero que no tienen la más mínima fuerza frente a la voluntad del presidente del Gobierno que se va a agarrar a esa negociación como a un clavo ardiendo

Rodríguez Zapatero lo está pasando mal. Apenas tiene capacidad de maniobra pero en las mismas condiciones está Rajoy. Entre el ‘váyase y convoque elecciones generales’ y ‘el presente una moción de censura’, está toda la capacidad de maniobra de ambos políticos y de sus formaciones. Ni el uno puede adelantar la convocatoria de elecciones porque las perdería, ni el otro puede presentar una moción de censura porque no tendría los apoyos suficientes.

Así las cosas, lo único que hacen unos y otros es ganar tiempo, esperar el uno a que escampe y vengan mejor dadas en el tiempo que queda para las elecciones y el otro intentar seguir ganando puntos y desgastando al Gobierno socialista. Pero no hay pulso político y, a todos, les van a venir las vacaciones como agua de mayo.

También los nacionalistas juegan sus bazas y vascos y catalanes se hacen los duros de cara al apoyo que Rodríguez Zapatero necesita para aprobar los presupuestos. No sería de extrañar que algunos acabaran, como mínimo, en la abstención. Ya no se trata tanto del tira y afloja y de conseguir ventajas económicas. En el debate del estado de la Nación, tanto Erkoreka como Durán, estuvieron claros y contundentes, pero nos tienen demasiado acostumbrados a las claridades y contundencias ‘ahora y aquí’ y mañana ya veremos. Si ambos protestan y dicen claramente que no se fían de Zapatero, Zapatero sí que sabe a qué atenerse con ellos y esa es su gran baza o al menos su ventaja de inicio. Y por eso puede jugar a reinventar el Estatut, si es necesario, a base de leyes orgánicas para las que tiene votos más que suficientes. Si no es aquello del palo y la zanahoria, se le parece mucho.

Pero la mayor ventaja de Rodríguez Zapatero es que es el Presidente del Gobierno, tiene el poder y además la facultad de convocar las elecciones cuando lo crea más conveniente para sus intereses y para los de su partido.

 
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