La Semana: Alegrías de los políticos y prisas del Presidente por tener el Estatuto cuando nos comamos las uvas

La Navidad no ha servido para calmar los ánimos de nuestros políticos. Esto ya no es lo que era. Siguen enfadados y enfangados en sus cosas, ajenos a la alegría espumosa que tiene que invadir las calles y los hogares, siempre con permiso del Consejo Audiovisual de Cataluña. Ellos se lo pierden. Los padres de la Patria tienen sus propias alegrías. Hay que ver lo contento que se mostraba el señor Solbes con la aprobación de los presupuestos o la señora Ministra de Agricultura que ahora va a poder pescar anchoa en el Golfo de Vizcaya. Y no digamos nada de esa sonrisa amplia, distendida y franca del señor Piqué, cantando el "Fun, fun, fun" codo con codo y muy pegadito a doña Manuela de Madre, a don José Luis Carod Rovira y a don Artur Mas, que talmente parecían "Los chicos del Coro". Y qué decir de esa alegría desbordante de la "ola" del Presidente del Gobierno y de los Ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa, que ya están a partir un piñón, que no se yo si en este caso será "a partir un mazapán". Don Pasqual Maragall ve cerca el estatuto y está alegre y don José Luis Rodríguez Zapatero pone todo su interés en que lo tengamos listo antes de fin de año, pero no parece tan alegre. Y hasta don Artur Mas ya ve a sus chicos de Convergencia y Unió en los Consejos de Ministros de La Moncloa. Eso sí: "si hay Estatuto". Todo gira alrededor del Estuto de Cataluña, desde las alegrías del señor Maragall hasta las amenazas del señor Carod-Rovira que dice que le devuelve las fotos y el rosario de su madre a Don Pasqual y se va a rondar a la reja de la ventana de Don Artur. Y es que las alegrías van por barrios. El señor Caldera que tiene la alegría del "pellizco" de la lotería se encuentra con los posibles 600 despedidos en SEAT, los 1.100 en ONO o los 1.500 de Altadis. Y eso, como decía la señorita aquella de la televisión, "duele". Luego vienen las alegrías verbales y que producen una cierta hilaridad. Dice La Moncloa que la OPA esa del gas, aumenta la competencia. Nos dicen también que ese bodrio infumable del Consejo Audiovisual de Cataluña -que no gusta ni a Don Rafael Simancas- es para salvaguardar la libertad de expresión. Y el Presidente del Gobierno sigue esperando la tregua de ETA, mientras llegan las bombas a las discotecas navarras. Lo dicho, alegrías verbales que -si no fuera por lo que es- causarían risa; pero que -como las cosas son como son- más bien, cabrean al personal. Alegrías las del señor Ministro de Justicia que dice que ya no es necesaria la operación para cambiar legalmente de sexo y que se están buscando otras soluciones técnicas para definir si uno es niño o niña. Ya verán ustedes como acabamos como el del chiste, mirando el color de los "patucos" de los bebés, lo cual no deja de ser sexista. Don Mariano Rajoy ha sido, una vez más, la alegría del Congreso de los Diputados con sus alusiones históricas. Tras Doña Urraca ha comparado el "éxito" del señor Rodríguez Zapatero en la negociación del presupuesto europeo, con la pérdida de Cuba y con la batalla de Trafalgar. Está visto que don Mariano le quiere empañar la alegría y la euforia europea al señor Rodríguez Zapatero que vino como loco de Bruselas tras dejarse en el camino la tira de millones de euros, y eso que no dice más que "yes", porque si le da por explayarse algo más en el idioma de Shakespeare, hay que cerrar el chiringuito. Para alegrías las del 80% del IRPF a las autonomías, que ya ha dicho don Manuel Chaves que con los andaluces no cuenten y es que hay presupuestos insaciables y si no, que se lo pregunten a la Sanidad en Cataluña que está prácticamente en la UVI y con suero gota a gota. Y unas alegrías laborales que pasan porque somos el país de Europa que más trabaja y el de menor productividad, lo que se traduce en que somos el país de Europa que más tiempo pasa en el lugar de trabajo. Al que no se le da un respiro, ni una alegría que llevarse al cuerpo, es al señor Moratinos que -tras volver de hacer la ola en Afganistan- tiene que irse a la Nunciatura a decirle al señor Nuncio que de hacer la ola en la COPE nada y que las cosas en Bolivia no están para alegrías, y que de bromas y matasuegras ni pensar, aunque estemos en Navidad. En plena Navidad -con la que está cayendo, con los políticos insultándose y Don José Blanco intentando empitonar al Partido Popular y partirle la femoral, y con el fútbol de vacaciones- hay que reconocer que la única alegría, más o menos política, es la del Barça que sigue espectacular. Y feliz Navidad a todos.

 
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