Sesión continua

Las películas que montan, cada poco, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, son como aquellas tardes de cine en programación doble y en sesión continua. Se podía entrar a cualquier hora, con la película empezada y enseguida, el espectador, se ponía al tanto, porque la película era más que conocida. En cuanto comienza la escena del paseo, los apretones de manos y las poses frente a las cámaras, ya se sabe lo que va a pasar. Después, en las ruedas de prensa posteriores, las mentiras que dicen, las trolas que intentan colarnos y los cinismos, son los de siempre, sabidos y conocidos y por sabidos y conocidos cada vez más aburridos.

Siempre hay perlas. Por ejemplo cuando Pablo Iglesias anuncia su sacrificio personal al renunciar a una vicepresidencia que nunca tuvo, ni siquiera como promesa, y pone en todo lo alto un rejón a Errejón cuando le nombra como ‘vicepresidenciable’ junto a Echenique y Bescansa.

La palma de las perlas, como casi siempre, se la lleva Sánchez cuando dice que Iglesias puede decir públicamente lo que quiera pero que no lo piense, porque se pueden decir cosas, pero no pensarlas. Es una lección viva de cinismo político de una categoría tal, como no la había habido desde Tierno Galván.

Pero de verdad, lo que hubo el pasado miércoles en la Cerrera de San Jerónimo, fue más de nada. Ni hay números para la investidura, ni estabilidad para un gobierno de Sánchez, ni tan siquiera posibilidades de reuniones a tres que vayan a tener el menor resultado.

Esa tontería de ‘lo que nos une y lo que no separa’, se ha quedado en algo tan pobre y tan escasito como que lo único que hay en común es el afán por quitar de en medio a Mariano Rajoy. Y después de cien días, eso es muy poco incluso para ir a unas nuevas elecciones.

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Mira que si después de tantas idas y venidas y de tantos paseos, lo único que se vaya a llevar de esto Pedro Sánchez, sea un libro de baloncesto...