Hay que ‘acercar’ a Pedro Sánchez

Pedro Sánchez con Ana Pastor

Uno de los grandes logros del gobierno de Pedro Sánchez, son los traslados. Hay quien dice que más que un gobierno parece una agencia de transportes. Comenzó con el deseado traslado de Mariano Rajoy a Santa Pola, continuó con el traslado de la nada al limbo, de Máxim Huerta, sigue con el traslado de los restos del general Franco y persiste con el traslado de los presos catalanes.

Cierto es que a unos los traslada más que a otros o los acerca más que a aquellos. Concretamente, en el caso de los políticos independentistas, el acercamiento es total. O sea que los ha puesto en casa.

Hay presos preventivos en espera de juicio que se les acerca o no según decidan las autoridades competentes.

Hay presos que han delinquido y tienen que purgar sus delitos y cumplir sus penas. Y se les acerca a sus hogares según decidan los responsables de prisiones-

Pero hay presos que por su misma índole no son tan fáciles de acercar, al menos físicamente. Son los presos de sí mismos, de sus propias pasiones, ambiciones, escaseces mentales o carencias morales.

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Y presos –tampoco son ‘acercables’- de los demás, de lo que han prometido, de lo que tienen que pagar y de lo que tienen que enjugar.

Pedro Sánchez , en el tiempo que lleva en La Moncloa –o por mejor decir- desde que presentó la moción de censura- se ha convertido en un preso, un preso especial, preso de sí mismo y preso de separatistas, de populistas y hasta de los precios de los viajes de los canarios.

Un preso que, más que un preso al uso, es un rehén de quienes le han permitido sentarse en el despacho de La Moncloa.

Pero hay una diferencia entre presos y presos. Lo de unos lo pagan, lo sufren o lo disfrutan sus familias, sus amigos a sus correligionarios.

Lo de Sánchez lo pagamos todos los españoles.

No sabemos a dónde, pero hay que acercarle.