Por la boca… Artur el ‘magnánimo’

Si no fuera porque, previsiblemente, no pasará a la historia, Artur Mas podría ser llamado en los libros Artur ‘el magnánimo’ (mantener las minúsculas).

Ha decidido dar una oportunidad a Felipe VI. Habla de una oportunidad y hasta de dos y de tres. Más magnanimidad no se pude pedir. Y una vez más, Artur Mas, se equivoca y, lo que es peor, está equivocando a bastantes catalanes.

Además de saltarse -con una contumacia digna de mejores intentos- la legalidad vigente, el presidente de la Generalitat de Cataluña exhibe, desde la proclamación del Rey, una actitud que parece basada en una especie de ninguneo al nuevo Rey. Es como si pensara que ‘el chiquito’, es manejable, moldeable e incluso fácil de amedrentar.

Pero se puede dar de bruces con aquello de que de ‘chiquito’ nada.

Primero fue la ridícula amenaza de no venir a Madrid a la proclamación, aduciendo un viaje a los Estados Unidos que, a la postre, se quedó en nada. Después ocurrió el bochornoso espectáculo de ‘manos caídas’ a la hora de aplaudir el discurso del Monarca, con la débil excusa de que no le había gustado por que no hablaba del estado plurinacional. Siguió una inmediata rueda de prensa, también en Madrid, en la que no se sabe muy bien cuáles eran los objetivos.

Ahora toca jugar con las agendas y los tiempos de estancia de los Reyes en Cataluña para la entrega de unos premios. Mas quiere convertir su posible encuentro con Felipe VI en algo fortuito y casual: si coincidimos bien, le saludaré, si no coincidimos pues…

En la CNN se hace un lío y no nos enteramos si quiere la independencia, si la quieren los catalanes o solamente quiere probar hasta dónde le dejan llegar.

Artur Mas está sometiendo a prueba al Rey, y ese juego es peligroso, porque se puede estar equivocando y enterarse, sin tiempo para reaccionar, de que le ha salido respondón.

La oportunidad que Mas da al Rey es ‘para que haga las cosas bien’. Hacer las cosas bien, al igual que pronunciar un discurso que merezca su aplauso, es, pura y simplemente, hacer y decir lo que Artur Mas decida qué es ‘hacer las cosas bien’.

 

Mal camino ha escogido el político catalán si lo que quiere es apretar las clavijas al Rey, entre otras cosas porque hay clavijas que, constitucionalmente, no están en sus manos.

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