Por la boca… Ciudadanos podría morir de éxito

Albert Rivera e Inés Arrimadas -Ciudadanos es ellos y poco más- han hecho lo más difícil. Primero condicionaron con sus acuerdos, entre otros, los gobiernos de Andalucía y de Madrid y ahora han ganado las elecciones en Cataluña tras décadas de hegemonía nacionalista. Han hecho lo más difícil y ahora les queda lo más difícil también: no morir de éxito.

Y para no morir de éxito, en todo, pero fundamentalmente en política, hay que estar muy pegado a la realidad y tener la suficiente perspectiva para ‘verlas venir’.

Aparte de la falta de experiencia y de la escasa implantación en amplias zonas de España, se trata de un partido sin ideas y excesivamente frívolo en sus planteamientos políticos y programáticos que suelen ser recetas de ‘hoy para mañana’.

No toda España es Cataluña y son muchas las regiones alejadas de las ofertas de ‘usar y tirar’ que suele hacer Rivera. Rivera es un líder para ‘estar con él un rato’ y que resulte agradable, pero la incógnita está en saber si es el hombre político que quieren los españoles para La Moncloa.

Imponer aspectos de sus programas en un par de autonomías no es gobernar y Ciudadanos lo ha vivido recientemente en sus propias carnes en Cataluña donde, los independentistas, le han privado hasta de la presidencia del Parlamento a pesar de haber ganado las elecciones.

Albert Rivera es un político útil para un pacto concreto en un sitio concreto, pero eso de comprometerse con él – que adolece de una enorme frivolidad política- para toda la vida, ya es otro cantar y ahí puede estar su talón de Aquiles electoral -aunque ahora las encuestas le son tan favorables- porque implantar una pretendida forma nueva de estar en política no es tan hacedero; ni toda España es Cataluña ni la situación de Cataluña tiene nada que ver con las distintas situaciones que se viven en otros pagos.

Para las otras formaciones puede que Ciudadanos no sea muy de fiar precisamente por su falta de ideas bien asentadas y por su ‘oportunismo’, y eso siempre es un hándicap a la hora de pactar en situaciones en las que las mayorías absolutas están resultando imposibles.

No son tantos quienes votan a Ciudadanos por sus ideas, por sus programas o por sus logros; la inmensa mayoría de sus votantes lo hacen por eliminación o por descarte y eso no es bueno, porque el discurso o no existe, o se agota demasiado deprisa.

El ‘yo voto a Ciudadanos porque no hay nadie más’, puede ser pan para hoy y hambre para mañana, sobre todo en una derecha, como la española, tan necesitada de referencias políticas e ideológicas más sólidas que las actuales.

 

Los afanes políticos de Rivera, antes que llegar a La Moncloa, deberían centrarse en que los españoles votaran a Ciudadanos, por Ciudadanos.

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