Por la boca… Ganar debates

Lo de ganar o perder los debates, concretamente el del ‘estado de la nación’, es algo que preocupa mucho en los mentideros políticos y, por supuesto, en los partidos políticos. Y ¿cómo no? Se hacen hasta encuestas, encuestas cuyos resultados son como el oráculo de Delfos. Si esa encuesta es del CIS ya supone el ‘no va más’. Todo el mundo opina. Es curioso que en las encuestas callejeras no se pregunta a nadie si ha visto o no el debate, si lo ha seguido entero o a trozos, si conoce más menos los temas tratados, es decir aspectos que para opinar deberían ser fundamentales. La pregunta es mucho más elemental: quién ha ganado ¿Rajoy o Rubalcaba? Y el opinante da uno u otro nombre; eso se contabiliza y aparecen las cifras, esta vez claramente favorables a Mariano Rajoy... ¿y?

Cuando uno gana, gana algo; cuando se pierde, se pierde algo. En este caso no, se gana o se pierde y poco más. La victoria sirve solamente para desatar la euforia de los partidarios del triunfador y la derrota para desencadenar las críticas hacia el que ha perdido.

En esta situación hay que ver las caras de unos y las de los otros. En el Partido Popular todo han sido gestos de triunfo y parabienes. En el Partido Socialista, gestos mustios y reproches más o menos velados… ¿y?

En el mejor de los casos la victoria o la derrota sirven para una autosatisfacción o para un masoquismo mal entendido. Para nada más. Ni unos pueden hablar de un afianzamiento del líder ni los otros de un hundimiento de su dirigente.

Se demuestra una vez más que el debate del estado de la nación no sirve para nada, porque si sirviera tendría que ser para que los ciudadanos se enteraran de verdad de lo que ocurre, de por qué ha ocurrido y de qué va a ocurrir en un futuro. Es decir, los ciudadanos deberían -a través del debate- conocer mejor las posibilidades de cada político, de cada formación y llegar al fondo de las propuestas de unos y otros. De eso nada.

Para lo que sirve es para sacar pecho unos y para esconderse otros. Pero no por sus logros o propuestas de futuro unos, o por sus críticas y presentación de alternativas otros, sino simplemente porque las encuestas dicen que se ha ganado o que se ha perdido.

Esta vez se hablaba de economía y de corrupción y en ambos asuntos estamos como estábamos. No sabemos ni más ni menos de lo que sabíamos el día antes de comenzar el debate. Pero en otros casos y en otras circunstancias ha ocurrido lo mismo.

Y además como las encuestas, si no son interesadas, lo parecen tampoco sirve el debate para saber por dónde pueden ir los tiros en las próximas elecciones.

Si el debate del estado de la nación no sirve para lo que tiene que servir habrá que convenir que es una pérdida de tiempo. Un remedo ridículo del ‘estado de la Unión’ norteamericano. Y ya puestos a malas, un ‘destapavergüenzas’ para muchos políticos.

 
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