Por la boca… Juegos de manos

Las manos están de moda, sobre todo las manos de los políticos. No es que metan la pata, que la meten, es que meten la mano y la sacan llena.

Hay manos que se ponen en el fuego y, las más de las veces, se queman. Hay manos que no tiemblan aunque, las más de las veces, el temblor sea evidente. Hay manos que son blancas y, las más de las veces, ofenden. Hay manos que se meten donde no deben y, las más de las veces, saben perfectamente dónde se han metido. Hay manos que sacan, también de donde no deben, y, las más de las veces, salen con el puño cerrado –no al estilo Llamazares- sino porque si lo abren se caen monedas al suelo y hacen demasiado ruido; y hay manos que se juntan en actitud de perdón.

En fin que nuestros políticos son unos manitas. Pero no cuela.

Dice Elena Valenciano que lo de Bárcenas en el Partido Popular es insoportable. Y lleva razón, esto no hay quien lo soporte; pero el problema de Elena Valenciano es que lo insoportable va por barrios o, si se quiere por sedes, y lo insoportable se traslada con una facilidad pasmosa de Génova a Ferraz y de Ferraz a Génova y ahora, con las facilidades del AVE, entre viaje y viaje, entre sede y sede, suele hacer escala en Cataluña y Andalucía en dónde también hay cosas insoportables.

Pero tranquilos que Pérez Rubalcaba va a llegar hasta el final y la mano de Rajoy no va a temblar. Pues es un alivio. Lo que pasa es que nadie sabe dónde está el final ni hasta qué punto el temblor de Mariano Rajoy va a ser, ante unos y otros, el mismo.

Dice Esperanza Aguirre que no se puede permitir que los ciudadanos piensen que la clase política es corrupta; que hay políticos, como ella, que son honrados. Pero una cosa es la presunción de inocencia y otra muy distinta presumir de inocentes. Una cosa es ser presunto delincuente y otra ser presuntamente inocente.

De todo lo dicho lo único acertado es la palabra insoportable. Ni España ni los españoles pueden soportar por más tiempo esta situación. Urge la Ley de Trasparencia, urge la Ley de Financiación de los Partidos y urge, sobre todo, que la gente tenga un mayor sentido de la honradez.

Pero lo más urgente es que, manos aparte, comiencen las devoluciones. Luego las velas y los palos que lo arreglen entre ellos. O sea entre la clase política, toda la clase política.

Ya lo decía aquel: ‘a mí que me pongan donde haya’.

 
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