Por la boca… El PP entre el drama y la realidad

En plena campaña electoral –lo de precampaña es un camelo- el Partido Popular se debate entre el ‘después de mí, el diluvio’ y lo que de verdad pudiera ocurrir si gobernaran esos a los que Mariano Rajoy califica de frívolos y de improvisadores.

Se mueven los dirigentes populares entre la realidad de anunciar lo que puede ocurrir si se interrumpe el proceso iniciado para salir de la crisis y la necesidad de dramatizar –de asustar- para que los votantes no se dejen llevar de falsos espejismos.

Y las dos cosas son ciertas y a las dos vertientes tienen que atender los responsables del partido, pero, en ese ejercicio, tienen que mantener un equilibrio que no siempre es fácil.

Por ejemplo, dice Javier Arenas que este año 2015 es el más grave para España desde la muerte de Franco. Parece exagerado y nadie va a creer que sea para tanto. La cantinela de María Dolores de Cospedal profetizando que se armará la debacle de Sansón con los filisteos, caso de que el Partido Popular pierda las elecciones, suena a recurso fácil para meter el susto en el cuerpo de los indecisos. La reiteración de Mariano Rajoy en llevar al ánimo de los ciudadanos la apocalipsis que supondría el gobierno de ‘los otros’, además de cansina, resulta ineficaz por pesada.

Pero es cierto que la realidad es tozuda y que los programas –más o menos nebulosos- que proponen algunos partidos que se denominan emergentes, es como para pensarse muy mucho el voto y no es menos cierto que algunas de las nuevas medidas que anuncian de llegar al gobierno y las que se proponen derogar, darían al traste con la innegable buena marcha de la economía, camino de una recuperación, lenta y problemática pero recuperación al fin y que, además, necesita de continuidad para dar frutos por pequeños que sean.

Y es ahí donde el Partido Popular tiene que mantener el equilibrio, exponer y anunciar a los votantes la necesidad de una continuidad en la acción del gobierno, describiendo las consecuencias de un cambio en esa trayectoria, pero sin pasarse de anuncios apocalípticos que hagan increíble cualquier mensaje.

Ese es el reto que tienen que afrontar los candidatos populares, con la dificultad añadida de que no todos están por la misma labor, por los mismos planteamientos programáticos y por las mismas tácticas electorales.

 
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