Por la boca... Políticos: no saben pero contestan

La opinión pública quiere hacerse a la idea de que quienes nos gobiernan y nos representan políticamente, saben lo que hacen, meditan sus decisiones, planifican sus iniciativas y mantienen firme el timón en todo momento. Los ciudadanos necesitan agarrarse al clavo de esa seguridad y, ayudados por ‘opinadores’ y pseudoexpertos, sueñan con maquinaciones, con partidas de ajedrez y con planes B, que nos van a sacar de los atolladeros más intrincados.

Como consecuencia, se especula con modos de ser y formas maquiavélicas de actuar y se adjudican, a unos y otros, maniobras y movimientos urdidos en sesudas reuniones y fruto de inteligencias políticamente privilegiadas.

Pero ocurre que, a la vista de la situación en alguno de esos atolladeros- por ejemplo el formado en Cataluña- y examinando las actuaciones de unos y otros, ni las estrategias brillantes, ni las maniobras inteligentes, ni los planes urdidos con maquiavélicos razonamientos, aparecen por ningún lado.

La sensación real es que nadie sabe qué hacer ni cómo salir del laberinto. Recursos, impugnaciones, declaraciones, acciones judiciales, triquiñuelas legales y hasta desafíos personales, parecen fruto de una improvisación continuada y, lo que es más grave, el resultado de una falta alarmante de talla intelectual, de preparación para la gestión de los intereses comunes y de advenimientos azarosos (por mucho que pasen por las urnas) al quehacer de los asuntos públicos.

Es evidente que el único plan, medianamente elaborado, de nuestros políticos, es el que recoge los métodos para llegar al poder y para mantenerse en él. De ahí, el temor reverencial a las urnas y la idolatría insensata hacia los resultados electorales.

Cuando ciudadanos y ‘opinadores’ hablan de esas estrategias maduradas, de partidas y movimientos tácticos, de planes astutos y de intrigas jurídicas, más bien parece un deseo insatisfecho que una realidad tangible.

Las pruebas están ahí. El espectáculo de los políticos, de todos los políticos, en el desgraciado asunto de Cataluña, hace pensar en una absoluta falta de ideas prácticas y de conocimientos teóricos para resolver los problemas sociales, políticos, constitucionales y jurídicos que existen, con independencia de quiénes o por qué los hayan provocado.

No saben y contestan de lo que no saben, para hacernos creer que saben.


 
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