Por la boca… Puigdemont y su patente de corso

En ocasiones, eso de que el mayor desprecio es no hacer aprecio, cae por su base, entre otras cosas, porque el protagonista del supuesto aprecio es ya suficientemente despreciable en sí mismo y no necesita que nadie le desprecie sino que alguien le pare los pies.

Carlos Puigdemont, desde su huida –cobarde incluso para muchos de sus antiguos conmilitones- un día sí y otro también, se ha dedicado a denigrar a España y a los españoles. Insulta a nuestras más altas magistraturas, difama nuestra democracia, calumnia nuestra convivencia y hasta se permite retos y desafíos que son, cuando menos, inadmisibles.

Salvo las respuestas casi obligadas, tópicas y rutinarias de la reciente campaña electoral, las calumnias, difamaciones y mentiras del personaje, no están teniendo una respuesta adecuada. El mayor deprecio, en este caso, no consiste en no hacer aprecio. El mayor desprecio es mostrar la villanía de un individuo despreciable, presunto delincuente, huido de la justicia que, amparado en una increíble patente de corso, adopta actitudes y perpetra acciones perfectamente despreciables, que son un insulto permanente a todos y cada uno de los españoles.

Alguien, de algunas de las altas instancias de nuestro Estado, debería dar cumplida respuesta a las locuras de Puigdemont, a sus mentiras a sus insultos y a sus continuos ataques a España a los españoles y a esas mismas instancias. Lo que se llama poner las cosas en su sitio.

Desmontar lo que dice y hace el personaje no es difícil. No es misión personal ni individual de nadie contestar al filibustero, pero sí se debería echar por tierra el tinglado de la farsa con el que se pasea por Europa.

Puigdemont proclama que vendría a España si existieran garantías; Puigdemont afirma que en España no hay democracia; Puigdemont asevera que en España hay presos políticos; Puigdemont dice que es el presidente de Cataluña; Puigdemont tiene por dictatorial la aplicación de la ley; Puigdemont emplaza al Rey y pretende dictarle discursos; Puigdemont se equipara al presidente del Gobierno y le cita para un diálogo bilateral fuera de España. Y todo ello en boca de un presunto delincuente.

Ya va siendo hora de que esos 'alguienes' que son las instituciones, planten cara, si no al individuo (para eso está la justicia) sí a lo que dice y hace.

Aunque en Bruselas haga frio, no pasaría nada porque sus paseos los diera Puigdemont con las posaderas desnudas e incluso acompañado de dos millones de traseros al aire.

 
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