Por la boca… Ridículo por innecesario

A nadie le cabe la menor duda de que el Barcelona ganará la liga y además con todos los merecimientos y con todos los honores. Pocas veces en la historia de nuestro fútbol se ha dado una superioridad como la que exhibe cada jornada el equipo catalán, ni se ha visto un fútbol más completo, más eficaz y más espectacular. Un fútbol de auténtica asociación en el que once figuras, sean las que sean cada domingo, están perfectamente conjuntadas, juegan de memoria y ofrecen a sus socios y simpatizantes alegría tras alegría dirigidos por una gran persona que hace gala diariamente de su prudencia y de su hombría de bien.

No es exagerado colocar a este Barça entre los mejores –si no el mejor- equipos de la historia del balompié.

Por eso resulta tan innecesario e incluso ridículo que contrarios y árbitros quieran devaluar esos méritos únicos e incomparables. Los unos dándose por vencidos de antemano y los otros favoreciendo al campeón de forma directa o indirecta.

Lo de los árbitros españoles, los auxiliares españoles y hasta los cuartos árbitros españoles, ya es un mal endémico. Son malos sin paliativos, técnica, disciplinaria y físicamente. Y es un mal que no tiene arreglo porque hasta cunado se retiran y se dedican a comentar los partidos en algún medio de comunicación –cual ‘cides’ que siguen en la brecha después de muertos- son igual de torpes.

Resulta chocante ver como se arbitra a unos equipos y a otros. Comprobar el miedo reverencial que tienen al campeón y a sus jugadores y el desahogo con el que sacan tarjetas, obvian faltas o equivocan decisiones contra los equipos, claramente inferiores, que siguen en la tabla al líder.

Por malos y torpes que sean nuestros árbitros y sus ayudantes, no tienen derecho a empañar la impresionante trayectoria del equipo campeón y de sus inigualables profesionales.

Tampoco tienen ese derecho los equipos que al campeón se enfrentan. El miedo escénico, el respeto a ultranza o, simplemente, el temor, hacen que -en confesión de sus propios entrenadores, salgan derrotados de antemano. Y no sólo salen derrotados desde antes de empezar el partido, sino que en los comentarios tras el lance se deshacen en alabanzas y muestras de impotencia.

Y es verdad que ante semejante equipo todo es inútil, pero por respeto a los méritos de ese grandísimo conjunto deberían de ser algo más discretos.

Y así como lo de los árbitros no tiene remedio, los contrarios podrían, al menos, guardar las formas.

 

Porque todo ello contribuiría a ensalzar más, si cabe, los méritos del que es uno de los mejores equipos de fútbol de la historia de este deporte.

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