Por la boca… Administrar los duelos

Fila para visita la capilla ardiente de Rubalcaba.

En plena campaña electoral es difícil no asociar acciones y actitudes de instituciones y personas, con un cierto aprovechamiento del duelo por Alfredo Pérez Rubalcaba.

Dando por sentado el respeto que exige el fallecimiento de Pérez Rubalcaba, su persona y su familia, y dejando claro que el juicio que pueda merecer su trayectoria como hombre público está plagado de luces y de sombras, hay que decir que los excesos en los que ha caído su partido, los actuales órganos directivos del socialismo y algunas personas individuales, sí pueden ser objeto de otro tipo de consideraciones ajenas, por supuesto, a ese respeto por la figura del fallecido.

En plena campaña electoral, es difícil no asociar acciones y actitudes de instituciones y personas con un cierto aprovechamiento del duelo por Alfredo Pérez Rubalcaba.

Desde los llantos incontenibles de algunos, hasta las declaraciones impostadas de otros, pasando por estancias y presencias, absurdamente dilatadas en el tiempo en la capilla ardiente, de los más, todo ha pecado por exceso y, desde luego, dificulta la credibilidad de ciertas personas y de algunas personalidades.

Descontando la opinión de conspicuos y viejos socialistas que en privado han expresado su malestar por algunas posturas a su juicio excesivas, no se puede obviar la realidad de que las relaciones de Alfredo Pérez Rubalcaba con la cúpula y las más relevantes figuras del socialismo actual no era excesivamente cordial y que el político cántabro se había expresado, en ese sentido, más de una vez tanto en público como en privado.

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Por eso no encajan en el relato expresiones de duelo que, por excesivas, resultan demasiado acartonadas y parecen responder a un diseño previamente establecido.

Por supuesto que las penas y los recuerdos son patrimonio de la intimidad de cada uno, pero a la hora de exteriorizarlos -sobre todo si se hace públicamente- el recato y la prudencia nunca estarán de más.

Sin juzgar intenciones, hay que reconocer que el duelo, si no aprovechado, ha estado muy bien administrado.