Por la boca… ¿Anticrisis? ¿Tú, anticrisis?

Las últimas alocuciones de Sánchez, para presentar las supuestas medidas anticrisis,  han constituido  un  ejercicio de cinismo rastrero,  por engañoso, en el fondo y en la forma.

Como se dice en “La venganza de Don Mendo” los españoles están ahítos de tanto parchear y tanto pito.

Los pitos y los abucheos están de moda y son recurrentes cada vez que Sánchez aparece en público, pero de los parches se ocupa él personalmente.

 Cuando algunos medios más bien “jaboneros” alaban la gestión de Sánchez y afirman que  las medidas que está tomando vienen obligadas por la inflación y por la situación que atraviesan los precios de la energía, no dicen la verdad, porque lo cierto es que todo lo que está haciendo Sánchez es consecuencia única y exclusivamente de su situación electoral tras el desastre en Madrid, en Castilla y León y en Andalucía. O sea, un intento de paliar la realidad más cruda, habida y por haber, respecto a su aceptación por parte de los ciudadanos.

Las últimas alocuciones de Sánchez para presentar las supuestas medidas anticrisis, han constituido un  ejercicio de cinismo rastrero por engañoso, en el fondo y en la forma.

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Desde la “venta” de un Consejo de Ministros extraordinario, hasta el intento de dar una imagen “tragable” para sus socios comunistas, pasando por los ataques a las empresas y la “morcilla” sobre la situación del aborto en los Estados Unidos: “cuánto cuesta conquistar derechos y qué poco perderlos…”, todo se resolvió en una vocecilla “monjiloide” y un gesto entre compungido y componedor (“Carita de ángel, es la que tú tienes”, que cantaba Bonet de San Pedro, en los cabarets de los años 50) con manos entrelazadas en actitud  sincera y bondadosa y casi orante.

Todas las intervenciones se han parecido demasiado a las homilías “pandemitas” como para que se tomen en serio. Y ya lo dijo el caballero de la Sierra de la Culebra.

Dice Sánchez que sabe para quienes gobierna. Lo malo es que cada vez hay más españoles que saben para quienes NO gobierna y por eso ha tenido que salir en tromba para hacer olvidar las elecciones andaluzas  y enlazar con los fastos de la OTAN que supone que le van a proporcionar una bombona de oxígeno.

Ni una medida seria, de carácter estructural, ninguna toma de posición ni una sola iniciativa, medianamente coherente y destinada a resolver realmente los problemas. Toda la acción del Gobierno se reduce a parchear agujeros, a prolongar subvenciones “limosneras”, a disfrazar desastres y a medio contentar a quienes sujetan el muñeco en La Moncloa.

Con el señuelo de Europa, de la OTAN, de Bruselas, de la pandemia, de la guerra de Putin y de quien se tercie, se reforman, de tapadillo, leyes, se hacen enjuagues nocturnos con el nombramiento de jueces en altos tribunales, se riegan de euros tingladillos afines, se “incautan” empresas públicas, se suspenden vigilancias fundamentales para la unidad de España y se “serena” a los coaligados y a los coaligantes, con cesiones vergonzantes, con el latiguillo de “los más desfavorecidos”, mientras se saquean fondos de los impuestos de las clases medias, de los empresarios más pequeños y se pregonan con la trompetería de los comunistas de Podemos los “rejonazos” a las grandes fortunas y a los beneficios de las grandes empresas.

“Ser un Gobierno molesto” -por mucha envidia que se provoque por ser alto y bien parecido (en opinión de Tezanos, por supuesto)- no es para enorgullecerse, sino más bien para esconderse, e intentar labrarse un futuro, en un oscuro despacho de Bruselas.

La carcajada. Dice Baldoví a propósito del sarao con Oltra: “Se ha querido dar una imagen de baile.  Fue un acto político”.

(De lo que se deduce que, en la coalición, sin Iceta, no hay baile).