Por la boca… El baratillo de Hans Küng

Al rebufo del nuevo Papa y aprovechando que San Francisco de Asís pasaba por allí, el denominado teólogo Han Küng ha publicado el mismo trabajo, el mismo artículo de siempre bajo el título –no sabemos si de él o del traductor- de '¿Es el Papa Francisco una paradoja?'. Un 'totum revolutum', más bien un rastrillo -no se sabe si benéfico o no- con los tópicos y los argumentos manidos, anticuados y poco convincentes de siempre, incluido lo de la paradoja que no se sabe muy bien a qué viene.

Lo cierto es que este caballero lleva años diciendo lo mismo aunque esta vez lo ha trufado con cosas de San Francisco de Asís, algo de historia de la Iglesia y con un remate final digno de mejor causa. Afirma el llamado teólogo que 'en el peor de los casos, la Iglesia Católica vivirá una nueva era glacial en lugar de una primavera y correrá el riesgo de quedarse reducida a una secta grande de poca monta'. Esto evidencia que dónde no hay fe, impera la cursilería. Y toda esa rimbombante frase se resuelve en una situación que no se dará si el Papa hace lo que Küng ha decidido que tiene que hacer un Papa.

A este buen hombre, a sus 85 años, lo que se le queda en la mente del nuevo Papa -siempre con San Francisco de Asís como muletilla- es que 'no quiso la mitra con oro y piedras preciosas, ni la muceta púrpura orlada con armiño, ni los zapatos ni el sombrero rojos a medida, ni el pomposo trono con la tiara'. Divertido, aunque también cursi, lo de las piedras preciosas y lo del armiño. Además le agrada, al denominado teólogo, que el Papa 'rehuya conscientemente los gestos patéticos y la retórica pretenciosa'. Nada más y nada menos.

Además, no podía faltar en este 'remake' de lo que siempre dice aquello tan expresivo de 'el Concilio Vaticano II olvidado por una involución restaurativa hacia épocas preconciliares como en el caso de los papas polaco y alemán'. Como sesuda reflexión teológica, tampoco está mal.

Si a todo lo anterior le unimos que, según Küng, Francisco 'habla en la lengua del pueblo tal y como pueden practicar su profesión los predicadores laicos, que paga la cuenta de un hotel y que viaja en autobús', la semblanza está servida.

Una semblanza que suena a poco y a pobre para un titulado teólogo que pretende analizar los primeros pasos de un Pontífice y que olvida aspectos tan 'nimios' como cuando Francisco exhortó a 'no tener miedo a los compromisos definitivos', o como cuando afirma que 'la Iglesia ha vivido en los últimos tiempos una renovación y un redescubrimiento', o cuando aconsejaba 'caminar con decisión hacia la santidad, sin conformarse con una vida cristiana mediocre', o cuando decía que 'sería hermoso en este mes de mayo, recitar juntos, en familia, el Santo Rosario porque la oración fortalece la unidad familiar', o aseveraba rotundamente 'la obediencia como escucha de la voluntad de Dios en la moción interior del Espíritu Santo, autenticada por la Iglesia'. Recordad, decía Francisco, que 'la relación autoridad-obediencia se ubica en el contexto más amplio del misterio de la Iglesia y constituye en ella una actuación especial de su función mediadora'.

Nada de eso tiene valor para Hans Küng si lo comparamos con sus ideas sobre los zapatos del Papa o sus viajes en autobús. Un llamado teólogo a quien no le hace reflexionar que el Papa diga que es necesario 'sentir con la Iglesia, que nos ha generado en el bautismo y que encuentra su expresión filial en la fidelidad al Magisterio, en la comunión con los pastores y con el sucesor de Pedro'.

A Küng lo que de verdad le preocupa es que el Papa Francisco 'quede atrapado en el sistema romano que debería reformar'. Reforma, se supone, que el Papa 'debería' hacer al dictado del mismo Küng ya que afirma que 'se ha acabado la época en la que el Papa y los obispos podían contar con la obediencia incondicional de los fieles'

Puede estar tranquilo Hans Küng. Hay infinidad de católicos que, sin borreguismos, sin seguimientos facilones que nunca lo han sido y sin necesidad de pseudoteólogos, obedecen a sus obispos y al Papa.

 

Y qué le vamos a hacer, por ahora no obedecen a Hans Küng, por muy cursi que se ponga y por mucho que se esconda tras las pobres ropas de Francisco de Asís del que, por cierto, podría aprender algo de humildad.

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