Por la boca…Cualquier político pasado fue mejor

La memoria desencadena la añoranza y, con independencia de las ideologías, surgen nombres de los que se fueron de la política y, a la vista de los que ocupan sus puestos, nace una odiosa pero realista comparación ante los niveles tan bajos de que “disfrutamos”.

Ahora que eso de la memoria más o menos histórica y más o menos democrática está de moda, llama la atención la añoranza que se apodera del ánimo de muchísimos ciudadanos que sienten nostalgia de políticos de otros tiempos no muy lejanos.

Y es que a la vista de los que ahora nos gobiernan, de los que dicen que hacen oposición o de los que simplemente viven de haber sido colocados a dedo por los líderes, no es extraño que el ánimo de los ciudadanos decaiga y se vuelva la vista atrás.

La degradación y el “bajón” es de tal calibre, que esa vista atrás no tiene que ir demasiado lejos en el tiempo. Lo que ahora se añora no son políticos de hace siglos, son los de “anteayer”.

La memoria desencadena la añoranza y, con independencia de las ideologías, surgen nombres de los que se fueron de la política y, a la vista de los que ocupan sus puestos, nace una odiosa pero realista comparación ante los niveles tan bajos de que “disfrutamos”.

Los “ojalá estuviera fulanito y no este…que tenemos” son mercancía habitual en conversaciones y tertulias  y hasta en reuniones profesionales o familiares. Y los nombres salen a borbotones entre recuerdos que -si en su tiempo no fueron siempre agradables- ahora, por mor del “género” que se maneja en nuestra política, alcanzan elogios insospechados de unos y otros.

Nombres cercanos en el tiempo y cuya cercanía es la demostración palpable del deterioro galopante de la clase política.

Y Carrillo y Tarradellas, y Suárez y Fraga y González y Solé Tura y Bustelo y García Bloise y Lluch y Becerril y Guerra y García Moreno y Fernández Ordoñez y Solana y Redondo y Camacho y Morán y Bravo y de Palacio y Alberdi y Alborch y Sartorius y Abril y Roca y Rubalcaba y Matilde Fernández y Rosa Conde y… son nombres que evocan etapas en las que la categoría personal, académica y política, era habitual- independientemente de actuaciones no siempre plausibles- y que corren de boca en boca y de grupo en grupo y son recordados incluso por los que nunca comulgaron con sus ideas.

Una corriente de memoria que dice muy poco o más bien nada del “percal” que ahora se gasta en gobiernos, oposiciones, ayuntamientos y en escaños varios, sin contar la caterva de asesores colocados  a dedo y a golpe de B.O.E. Y es que, del escasísimo nivel general, no se salvan ni los validos

 

Y lo peor de todo es que el relevo de la actual estulticia, gracias a las leyes educativas, está garantizado y va a tener una continuidad “brillantísima”.

La carcajada: Dice Rodrígez, la portavoz socialista en el Ayuntamiento de Cádiz, a propósito del cambio de nombre en las calles: “Dando un paseo por el barrio, caímos en la cuenta de que Príncipe de Asturias ya no hay. Si quieren una calle para la Princesa de Asturias, que la pidan”.

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