Por la boca… Derechas, izquierdas y hasta el voto útil

Santiago Abascal, presidente de Vox.
Santiago Abascal, presidente de Vox.

Ha bastado la aparición de un partido más a la derecha de lo habitual, para que se haya destapado la caja de los truenos de la unión de la derecha, de la conjunción de la izquierda y hasta se hable del fantasma del voto útil.

En cuanto Vox ha dado señales de vida -de manera más ruidosa de lo habitual, con la suma de voluntades en Vista Alegre- se ha despertado el interés de partidos y dirigentes (incluso ex dirigentes) por hacer llamadas a la unidad, por criticar la fragmentación de parcelas ideológicas típicas y hasta por apelar al siempre socorrido voto útil.

Nuestra vida política está presa de un sistema de partidos absolutamente decimonónico. Por mucho que se apele al modernismo, a ese tópico del siglo XXI, e incluso la juventud domine las altas esferas de la inmensa mayoría de las formaciones, lo cierto es que apenas hemos avanzado desde los últimos años del XIX y primeros del XX.

Ha bastado la aparición de un partido más a la derecha de lo usual y con más voluntades de lo que muchos esperaban, para que las antiquísimas denominaciones de derecha e izquierda (o más concretamente, derechas e izquierdas) reaparezcan, se destapen cajas y suenen truenos.

Las derechas, las izquierdas y hasta los separatismos, están fragmentados y en el día a día, preocupados por escalar posiciones electorales, no se recatan de mostrar desavenencias, trapos que lavar y hasta amargos reproches internos.

Las más que significativas y continuas dimisiones en Podemos, la práctica desaparición de Izquierda Unida y las “movidas” silenciosas y soterradas en el Partido Socialista (ni silenciosas ni soterradas por lo que a Susana Díaz se refiere) ponen de manifiesto una izquierda desmembrada que apenas da para que Pablo Iglesias escenifique posibles acuerdos presupuestarios que Echenique se encarga inmediatamente de echar por tierra, o para que Pedro Sánchez viaje con las espaldas poco guardadas en Ferraz.

Si Pablo Casado hace esfuerzos porque Aznar y Rajoy se saluden con algo más que fría cortesía, el propio Aznar, públicamente, y el prudente Rajoy en círculos muy concretos, apagan las velas que podían festejar la unidad tan deseada, mientras no son pocos los que reprochan a Esperanza Aguirre sus devaneos con Vox.

Rivera no acaba de ceder protagonismo a Casado y si alguien pretende algo más, tendrá que esperar a los resultados de las generales o a que el separatismo siga apretando las tuercas a la Constitución.

Y en cuanto a los separatismos, hablando de unidad de criterio y de intereses, mejor será dejar varias líneas en blanco.

 

Partidos demodés en ideología, estructura interna, caciquismo, clientelismo y hasta formas externas y discursos, por mucha demoscopia, por mucho sincorbatismo y hasta por mucho asesor de imagen.

Todos están en la política alicorta de dosieres, acusaciones, espionaje, grabaciones, curricula, dimisiones y hasta pisos clandestinos.

Es posible que Montesquieu haya muerto, pero el que no ha muerto es Romanones.

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