Por la boca… Illa, un contable con sueldo de ministro

Salvador Illa.
Salvador Illa.

Ahora resulta que para gestionar una pandemia, hay que ser benéfico, bondadoso, indulgente, magnánimo e insomne; no insultar a nadie, aguantar las críticas de los ignorantes, no provocar y no caer en provocaciones. Por eso Sánchez nombró a Illa autoridad única para la lucha contra el coronavirus.

A pesar de la homilía hagiográfica de Sánchez vendiendo lo buena persona que es Illa y el aguante que tiene, la gestión del interfecto no ha podido ser más nefasta. Illa es un mal contable al que no le salen las cuentas y si las cifras son falsas, no por impericia del contable, sino por maldad y afán de engañar, es que el contable  no es tan santo varón.

Salvo el confinamiento, el baile de máscaras o mascarillas, los consejos del lavatorio de manos y eso de la distancia de dos metros, no ha salido de la boca del presunto ministro de sanidad un solo consejo sobre desinfección de las viviendas, los establecimientos, los colegios o los coches; en relación al cuidado de los alimentos, tratamiento preventivo, higiene general, protocolos para seguir en los hogares…ni una mínima indicación de carácter sanitario.

Su gestión se limita a dar cifras, a confundir a los ciudadanos con sus múltiples métodos de conteo y a amenazar con los rebrotes.

Ahora resulta que para gestionar una pandemia, hay que ser benéfico, bondadoso, indulgente, magnánimo e insomne; no insultar a nadie, aguantar las críticas de los ignorantes, no provocar y no caer en provocaciones. Por eso Sánchez nombró a Illa autoridad única para la lucha contra el coronavirus. 

Resulta indecente que Sánchez meta en el mismo saco, junto a Illa y a Simón, a los sanitarios que se han jugado la vida y que son los que realmente han luchado y de momento están venciendo al virus. 

Ya se sabía que el Ministerio de Sanidad, no servía para nada. Si acaso para remedar aquel chascarrillo de “ser ministro aunque sea de Marina”, “ser ministro aunque sea de Sanidad”. Pero la fatalidad y la tragedia se nos han venido encima y ahora sabemos que Illa tampoco era “servible” para el puesto.

Ni una respuesta clara, ni una decisión concreta, ni una idea firme que no tuviera que rectificar sobre la marcha y apoyándose en el truco de lo imprevisible de la pandemia. Siempre escudándose en los expertos para ocultar la realidad a los españoles, haciendo lirismo barato con agradecimientos sin contenido y elogios absurdos a los confinados.

Mientras, el sinsentido (¿o hay algo más?) de las compras, la falta de material de protección a los sanitarios, el desamparo de la población y la permanente cara de funeral.

 

Por descontado que el gran culpable es Sánchez, pero tanto Illa como Simón deberían pechar con sus errores de malos contables, con sus mentiras de gestores ineficaces y con sus responsabilidades de hombres públicos a sueldo. Protegen mal a los sanitarios; cuentan mal los fallecidos e infectados; compran mal el material, lo almacenan mal y lo reparten mal. Y explicándose, están muy por debajo de Groucho Marx, de Cantinflas, de Chiquito de la Calzada o de Antonio Ozores.

Afirma Illa que no hay ni mentiras ni errores: “estamos afinando”. Como diría Juan Belmonte, lo que están es degenerando.

Post scriptum. Preguntar no es ofender: ¿Maneja Sánchez datos sobre posibles rebrotes de la pandemia y por eso delega responsabilidades en las CC.AA? ¿Ha preparado Illa el baile de cifras para el aumento de contagios y de fallecimientos de los que poder culpar a las CC.AA?

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