Por la boca… Illa: el divino impaciente

Salvador Illa, ministro de Sanidad.
Salvador Illa, ministro de Sanidad.

Todo el afán de Illa es proteger la salud de los madrileños  pero, a la vista de sus actuaciones, no nos proteja. Si no quiere dimitir, no dimita; si quiere, siga cobrando el sueldo incluso con un aumento; si quiere ser presidente de la Generalidad, adelante. Pero, por favor, no nos proteja.

Illa ha sido paciente hasta que el TSJM le sacó de sus casillas. Illa es divino, (de esas divinidades full, que se escriben con minúscula) porque hay que tener un cierto toque extra para llegar dispuesto a ser el florero del Ejecutivo (florero, que no florista, para las Ramblas de Barcelona) y encontrarse con la sanidad y que a uno se le venga encima la pandemia.

Claro que la sanidad, la pandemia, la divinidad (con minúsculas, por supuesto) y hasta las flores, le han venido rebotadas desde las manos de Sánchez que es el que maneja el Cristobita de guiñol que es Illa, por mucho que se disfrace de corbata.

La paciencia tiene un límite y ese límite llegó al colmo cuando a Illa le revolcó un tribunal, aunque el revolcón fuera para Sánchez. Y es que los dos llevan desde Enero siendo más que pacientes.

Pacientes cuando negaban que la pandemia pudiera afectar a España.

Pacientes cuando desoían las alarmas que les llegaban.

 Pacientes cuando fueron a comprar material y aguantaron estoicos estafas, precios altos y mercancía averiada.

Pacientes cuando veían a los sanitarios sin protección y a los ancianos de las residencias abandonados. 

Pacientes cuando decidieron que ya habían vencido al virus.

 

Son muchos meses siendo pacientes y al final tenían que hacer algo, porque “no podíamos quedarnos sin hacer nada”, porque “no podíamos mirar para otro lado”.

Y se entiende. Desde Enero sin hacer nada -salvo tergiversar cifras de infectados, de hospitalizados y hasta de muertos y decretando estados de alarma- es mucho tiempo. Y desde Enero mirando hacia otro lado para no mirar a Cataluña, o a Navarra o al País Vasco o a Valencia o… era mucho tiempo con el cuello torcido. 

Todo el afán de Illa es proteger la salud de los madrileños pero, a la vista de sus actuaciones desde Enero, por favor, no nos proteja. Si no quiere dimitir, no dimita; si quiere, siga cobrando el sueldo incluso con un aumento; si quiere ser presidente de la Generalidad, adelante. Pero, por favor, no nos proteja. Siga engañándonos, echando por delante a Simón, como Sánchez le echa por delante a usted, pero no nos proteja. Dedíquese a proteger a otras comunidades pero a los madrileños y madrileñas no nos proteja.

Dice Illa “yo no valoro, constato”. Pues sino valora, con qué criterios se impacienta y con qué parámetros decide? ¿Con los mismos con los que ordena que el aforo de los bares sea el cincuenta por ciento y el de  las iglesias el treinta?

Illa, en representación de Sánchez, se ha descompuesto y ha descompuesto la figura, e igual que Sánchez a la mentira, ha añadido el cinismo y ahora le entran las impaciencias y las prisas que no tuvo en Enero.

Por favor no nos proteja.

Es que es muy difícil fiarse de usted y de quién le maneja detrás del tinglado del guiñol.

Es que es imposible fiarse de quien no tiene ni idea de lo que hace -aunque sea un simple mandado- respecto a la sanidad; de quién no sabe de gestión pública, ni de derechos individuales, ni siquiera de comprar mascarillas…

Lo dicho, no nos proteja, ni proteja nuestra salud. Déjelo, no se moleste.

Y es que con usted lo de la distancia de dos metros se queda corto. Con usted, cuanto más lejos mejor.

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