Por La boca… La lista más votada

Los repartos de votos, la adjudicación de los restos, la falta de proporción entre el número de votos y los escaños conseguidos, lo caro que resulta un escaño en una circunscripción y lo barato que resulta en otra y muchas lagunas más, hacen que la Ley está pidiendo a gritos una reflexión a fondo por parte de todas las fuerzas políticas. Pero eso exige una cierta colaboración y no estamos demasiado acostumbrados a ver colaboraciones, porque parece imposible que los partidos políticos dejen de lado sus propios intereses y sean capaces de centrarse en algo más general.

Algo así comienza a suceder con el asunto de la lista más votada. En principio, parece lo más lógico y hasta entra dentro de lo que llamaríamos sentido común político. Todas las declaraciones  de los políticos echan su cuarto a espadas, pero es difícil que los ciudadanos no piensen que ese cuarto está guiado por un interés concreto.

En autonomías, ayuntamientos y hasta en las elecciones generales, el Partido Popular no tiene aseguradas mayorías absolutas. Sin ir más lejos, Madrid puede ser un buen ejemplo. Y si no hay mayoría absoluta las coaliciones de las izquierdas, Pablo Iglesias incluido, están cantadas.

En esas condiciones no es de extrañar que Mariano Rajoy o Núñez Feijóo hayan puesto sobre el tapete la posibilidad de establecer que gobierne la lista más votada.

Tampoco extraña que el Partido Socialista muestre sus reticencias y Alfredo Pérez Rubalcaba ponga trabas y vea dificultades donde por lógica no las debería de haber. Unos ven en peligro demasiados sillones. Otros vislumbran posibilidades de conquistar algunas poltronas más.

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En esta situación hay que olvidarse, al menos en el corto y medio plazo, de una reforma que corrija errores y llene lagunas.

Una vez más –el aforamiento del Rey Juan Carlos es un buen ejemplo- el toro de la realidad  ha pillado a los populares y al Gobierno.

Dice bien Pérez Rubalcaba, porque poner encima de la mesa la posibilidad de una reforma de la Ley Electoral a escasos meses de unos comicios, es impensable.

Y aprovechar la mayoría absoluta para intentarlo, descabellado.