Por la boca… ¿Por qué llaman veto al ejercicio de un derecho?

Niños en el colegio.
Niños en el colegio.

Desde que el mundo es mundo y mucho antes de que aparecieran las ideologías conservadoras e incluso de la fundación de la Iglesia, existe el derecho de los padres a educar a sus hijos como mejor les parezca; un derecho que deriva directamente de la ley natural y que ningún gobierno, ninguna mayoría y mucho menos ninguna ideología, pueden vulnerar.

La izquierda siempre gana a la derecha la baza de  la de la opinión pública y de la propaganda y, aparte de otros trucos, el sistema que siempre da resultado es el de la tergiversación flagrante del idioma.

Ahora  -además de la memez absoluta de eso del “pin parental”- desde los más conspicuos políticos y analistas y medios apesebrados, se afirma sin ambages que lo que hacen los padres -que ejerciendo un derecho fundamental, quieren ser ellos quienes enseñen, orienten y eduquen a sus hijos en materia de moral y sexualidad- es vetar no se sabe bien qué acciones e iniciativas no admitiendo que sea el estado desde la escuela, con muy dudosos principios y más que dudosos encargados de impartir doctrina, quien ideologice a niños y jóvenes.

Enseguida se extenderá la falacia de que es la Iglesia, la derecha más retrógrada y el conservadurismo más rancio quienes protagonizan el supuesto veto a que el estado adoctrine en los colegios.

La oposición, una vez más, va a remolque y, lo que es peor, desunida. Hasta parece que Ciudadanos, resucitando las maneras del peor Rivera, da marcha atrás y se quiere lavar las manos, cosa a la que es muy proclive la derecha española en cuanto se tocan materias que rozan la moral y las costumbres.

Bien está que la oposición sea ejercida en materias económicas, fiscales, jurídicas y hasta en asuntos que toquen los planes de enseñanza, pero mal lo harían los partidos que desconozcan la trascendencia del adoctrinamiento de las nuevas generaciones.

La realidad es que desde que el mundo es mundo y, por supuesto mucho antes de que aparecieran las ideologías conservadoras e incluso antes de la fundación de la Iglesia, existe el derecho de los padres a educar a sus hijos como mejor les parezca; un derecho que deriva directamente de la ley natural y que ningún gobierno, ninguna mayoría y mucho menos ninguna ideología pueden vulnerar.

Y otra realidad patente es el absoluto interés de la izquierda española socialista y comunista, por controlar la enseñanza y hurtar a la familia todo lo que sea influencia sobre los hijos. Prueba evidente es que Celaá, para justificar su rechazo rotundo a la intervención de los padres en lo que sus hijos aprenden, afirme que “de ninguna de las maneras…” Diáfano. Y muy significativo que Ábalos emplee toda su artillería –pobre y sin argumentos- para lanzar la acusación de “veto”.  Y que la portavoz afirme rotunda: “no lo toleraremos”.

Y tercia Iglesias con una “ingeniosidad” de las que tanto abusa y que toda la vida se han llamado sofismas cuando no burdas soflamas. Dice el ciudadano comunista: “los hijos se inscriben en el registro civil y no en el registro de la propiedad”.

 

La única explicación es que Iglesias prefiera que nuestros niños y jóvenes sean inscritos en otros registros de otros colectivos, pero de momento-solamente de momento- tampoco se les inscribe en el colectivo LGBT, ni en la manifestación del orgullo gay, ni en el club de amigos de Simone de Beauvoir, ni en la Unión de Juventudes Comunistas, ni en la Juventud Comunista de Venezuela, ni en la Liga de la Juventud Comunista China, ni en el Movimiento de Pioneros de la URSS, ni en los Pioneros de Octubre…

Ahora que la progresía acaba de descubrir a Galdós y quieren hacer de él bandera de progresismo, feminismo, antimonarquismo y anticlaricalismo, no es ocioso recordar una frase de Don Benito, pronunciada en su época álgida de dedicación a la política, allá por la primera década del pasado siglo y en la que acusando, eso sí, al conservadurismo y al reaccionarismo clerical decía:

“…y hacerse dueños de toda la vida española y a trincar con dura garra la enseñanza pública, para moldear a su imagen a las generaciones venideras”.

Basta sustituir conservadurismo y reaccionarismo clerical por comunismo y adoctrinamiento ideológico, para tener la clave del tan rotundo “de ninguna de las maneras”.

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