Por la boca… Los mangantes también votan

Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez.

Posiblemente la derecha no sea cobarde, pero es timorata y, desde luego, ambigua. Hacer oposición a golpe de encuesta y recular al más mínimo atisbo de disgusto en un votante potencial, lleva a que los pies de plomo se conviertan en un lastre sin ideología que lleva siendo insoportable demasiados años, tanto en el Gobierno como en la oposición.

De lo que se trata es de votar que es algo muy democrático. El de la primera fila levanta los dedos y todos bajan la cabeza con movimientos perfectamente sincronizados.

Votan los sinvergüenzas, los corruptos, los de los gobiernos comisionistas, los de los sobresueldos, los que rompen ordenadores y hasta los mangantes. A más insultos más oxígeno a un Sánchez que agoniza y al que pisan la manguera sus propios ministros y los partidos que le sostienen en el banco azul.

Y cuando una iniciativa peligra, la abstención más vergonzante se enseñorea de una oposición que ha renunciado a tener una ideología por desteñida que fuera. E incluso en campaña electoral se miden las palabras y se calibran las consecuencias de ir más allá de lo estrictamente práctico.

Y como no hay ni una sola votación, a favor, en contra o abstención que no esté previamente pactada en los pasillos más oscuros y en los despachos más recónditos, el tiempo en los escaños se emplea para el insulto tabernario, la frasecilla que pretende ser ingeniosa, las risotadas que quieren parecer insinuantes y hasta alguna que otra actuación histérica de enfado y de confrontación irreconciliable; “irreconciabilidad” que dura escasos minutos porque llaman a votar y hay que mirar a los dedos del pastor de las ovejas silenciosas que ya no son ni siquiera borregos culiparlantes.

Posiblemente la derecha no sea cobarde, pero es timorata y, desde luego, ambigua. Hacer oposición a golpe de encuesta y recular al más mínimo atisbo de disgusto en un votante potencial, lleva a que los pies de plomo se conviertan en un lastre sin ideología que lleva siendo insoportable demasiados años, tanto en el Gobierno como en la oposición.

Reducir un programa a promesas de logros económicos y a la posible formación de un ejecutivo más bien técnico, que no tecnócrata, además de ser pobre en aspiraciones puede reflejar una cortedad de miras alarmante y un miedo insuperable a una fantasmagórica progresía social que puede no ser tan consistente como la hace parecer la coalición socialcomunista en el poder y los corifeos de determinados medios de comunicación.

Es evidente que la España que hipotéticamente deje Sánchez cuando, también hipotéticamente pierda las próximas elecciones, será un erial en lo económico, y la ciudadanía está pidiendo a gritos la solución de esos problemas pero la “ingeniería social” que sin freno ha puesto en marcha la coalición social comunista, preocupa y mucho a quienes ven conculcados sus derechos individuales, en aspectos tan fundamentales, como la enseñanza, la familia, la defensa de la vida o la unidad de España, mientras observan con estupor y preocupación el creciente deterioro de instituciones fundamentales para la armonía de una vida en común aunque se parta, como es normal, de ideologías diferentes.

Cuando se pretende gobernar desde el pragmatismo y del “momentismo” de las soluciones económicas es fácil llegar a un relativismo estéril. Cualquier pragmatismo político necesita basarse en una ideología, entre otras cosas para diferenciarse de otras ofertas y fidelizar a los posibles seguidores.

 

Cualquier político debe estar muy atento a los aconteceres del día a día y buscar soluciones a los problemas pero siempre desde el enfoque de una ideología firme y bien conocida por los ciudadanos.

Por eso renunciar a ofrecer a los votantes una ideología de partido que además de servir de soporte a la deseada solución de la desastrosa situación de la economía, sea el sustrato de la regeneración ética y moral de toda la sociedad, puede ser un error de consecuencias graves y desde luego constituye un tropiezo serio en el comienzo de una andadura hacia la consecución del poder.

A lo mejor Feijóo tiene que mirar un poco más a su derecha y un poco menos a su izquierda.

La carcajada. Dice Díaz en plan mitin ilusionante: “Os pido el voto en nombre de los represaliados franquistas”

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