Por la boca… Mayores pero no borregos

Acaso haya generaciones que no estén tan ayunas de conocimientos y destrezas (como ahora se dice) y su mentalidad y su experiencia les lleven a no aceptar una serie de premisas que se dan por ineluctables, lo que en ningún caso habla de su incapacidad para manejar un ordenador, un cajero automático, una tableta o las múltiples variantes de un móvil,  operaciones que puede hacer un niño de pocos años y por supuesto cualquier analfabeto, funcional o no.

Está de moda la discusión sobre la capacidad digital de los mayores y las protestas desatadas por la desaparición de sucursales bancarias, oficinas de correos, centros de salud y otros muchos servicios que van siendo sustituidos por una atención despersonalizada y en manos de las nuevas tecnologías y de las redes sociales.

Hay opiniones que defienden las reivindicaciones de quienes se sienten abandonados y hasta quienes, “misericordes” ellos, y “comprensivos” con esas supuestas carencias, abogan por una especie de “últimos auxilios” y hasta por una pedagogía adaptada a los conocimientos de los “pobres” mayores.

Lo que no parece plantearse en muchos ámbitos es la posibilidad de que esas generaciones no estén tan ayunas de conocimientos y destrezas (como ahora se dice) y simplemente su mentalidad les lleve a no aceptar una serie de premisas que se dan por ineluctables, lo que en ningún caso habla de su incapacidad para manejar un ordenador, un cajero automático, una tableta o las múltiples variantes de un móvil que, por otra parte, son operaciones que puede hacer un niño de pocos años y por supuesto cualquier analfabeto funcional o no.

Pudiera ocurrir que esas generaciones -que vienen de enfrentarse con éxito a situaciones sociales, laborales, sociológicas y políticas llenas de dificultades, que son quienes han hecho posible la sociedad actual, que han desempeñado responsabilidades en todos los ámbitos y en todas las geografías más o menos pobladas, en los más variados quehaceres, en las más diversas profesiones y en los más arduos cometidos- no se resignen a pasar por las horcas caudinas que marcan los intereses de entidades con manifiesto ánimo de lucro o de empresas más menos multinacionales que dictan sus ucases de gestión y que son seguidas mansamente por las nuevas generaciones.

Posiblemente se rechacen, no las nuevas tecnologías, sino las actitudes de quienes han hecho de las pantallas ídolos, se arrodillan ante la novedad por la novedad y no solamente practican ese fetichismo sino que, en aras no se sabe de qué progreso, pretenden imponerlo a los demás.

Los mayores, con un bagaje rico en experiencias y brillante en ejecutorias profesionales de toda índole, quizás rechacen el timo de los teléfonos en espera, la consulta médica a través de una pantalla o que un galeno les recete por internet y tal vez detesten la compra a ojos cerrados, la voz impersonal de un robot que pretende decidir sus inversiones, hacer de camareros de sí mismos en un restaurante, de proveedores en una gasolinera, de encargados de la ventanilla de un banco o de profesores de unos nietos que no separan los ojos de una pantalla.

A lo mejor no les gusta autodiagnosticarse, decidir si su enfermedad les obliga a guardar reposo o simplemente no se doblegan a que sea una voz impersonal quien les indique qué comer, cómo vestirse, cuánto ejercicio practicar o cómo administrar su tiempo.

Puede que no les apasione el fútbol que se juega desde una cabina a base de trazar lineas en una pantalla, que el coche les hable para indicarles por dónde han de circular o utilizar un teléfono para pagar el café y sería lógico que rechazaran los anglicismos, los galicismos, los “chinismos” o los “japonesismos” y cuando escriben quieran hacerlo con todas las letras o no se plieguen a depender en sus gustos para vestir, comer o peinarse, de lo que diga un cantamañanas que se autodenomina “influencer”.,

 

No avenirse al borreguismo ni es señal de ser un retrógrado ni mucho menos de considerarse incapaz de enfrentarse a un teclado.

Y es que sí te dejas los ojos en una pantalla eres un progresista de lo más moderno, pero si decides mancharte los dedos con la tinta de un periódico eres un inútil retrógrado.

Y además tienes que soportar a esos progresistas “a la violeta” que cuando les regalan un libro, preguntan cuál es el “pin”.

 La carcajada: Dice Asens, preboste de Podemos, en relación a la investigación sobre los abusos en la Iglesia: “Esto no pretende ser un juicio a la Iglesia”.

Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato