Por la boca…Minimizar las libertades

Pedro Sánchez en videoconferencia
Pedro Sánchez en videoconferencia

Cuando está tragedia acabe -incluso antes de que acabe- escucharemos a Sánchez contándonos que gracias a su gestión se ha conseguido “ganar la guerra” y que esa gestión ha sido en todo momento de una total transparencia informativa, como lo prueban las continuas comparecencias de los responsables y de él mismo.

Que Sánchez es mínimo y que su gobierno es mínimo y que los colaboradores de su gobierno también son mínimos, es algo que cualquiera puede constatar desde que hizo su aparición en política y, como ahora habla más, esa constatación se hace más patente.

Y los mínimos, lógicamente, se dedican a minimizar. Y minimizan cifras y minimizan las ruedas de prensa y minimizan la situación económica y minimizan las responsabilidades de los padres respecto a la educación de los hijos, y minimizan a la oposición, y minimizan los peligros de las concentraciones de gentes con pancartas o sin ellas, y minimizan las funciones del parlamento y minimizan los cometidos de los medios de comunicación y hasta minimizan los lapsus. Y con tanta “minimización” acaban minimizando la democracia.

Y minimizan el caos en el que está sumida la gestión de Sánchez, en la pandemia, en la vuelta a la normalidad, en la apertura de las empresas, en los exámenes de fin de curso, en el reparto de mascarillas y guantes, en el mundo agrario, en la industria o en  la salida de los niños a la calle. Y el caos viene de la falta de información y de las mínimas luces para gobernar de los que tienen que hacerlo.

Y lo peor de todo es que  cuando está tragedia acabe  -incluso antes de que acabe- se escuchará a Sánchez contándonos que gracias a su gestión se ha conseguido “ganar la guerra” y que esa gestión ha sido en todo momento de una total transparencia informativa, como lo prueban las continuas comparecencias de los responsables y de él mismo.

El fracaso en la gestión de gobierno es simplemente algo que provocan las carencias de quienes gestionan, pero la falta de información huele a algo premeditado. En comunicación, cuando alguien quiere ocultar la realidad, el primer objetivo es manejar la imprecisión en todo lo que se dice, porque con ideas e informaciones imprecisas se crea confusión y en la confusión el riesgo no existe.

La imprecisión y la confusión parecen ser las consignas que cumplen a rajatabla Sánchez y sus ministros -y los colaboradores de los ministros- en todas y cada una de sus comparecencias en cualquiera de las materias.

Mentiras aparte, nadie sabe qué va a pasar con el curso escolar, ni las condiciones para la exclaustración de los niños, ni con los test, ni si son eficaces las mascarillas, ni con las autonomías, ni con los separatistas, ni con la pequeña y mediana empresa, ni con el déficit, ni con Europa, ni con la emigración, ni con las residencias de mayores, ni con el turismo, ni con los ERTES etc. etc.

Por no saber ni siquiera sabemos qué ocurrirá con los bulos monitorizados.

 

Y está en peligro la libertad de expresión que es una especie de salvoconducto y de garantía de las otras libertades, porque otro de los objetivos de la confusión,  de la imprecisión y del caos, es callar las voces discrepantes.

Pero…

“¿Que hay cosas que se deben callar? Pues bien, ¡no! Lo que hay que decir son las cosas que se dice que no deben decirse!

Lo escribió Unamuno, en El Sol, en agosto de 1931. Hacía poco más de  cuatro meses de la proclamación de la II República.

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