Por la boca… A la normalidad por decreto

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez

Para Sánchez era fundamental “acabar” con la pandemia antes de las vacaciones, fingir y hacer como si todo hubiera pasado y apuntarse el éxito. Además había que paliar el marasmo económico e intentar salvar el sector hostelero.

A la vista de la situación es evidente que la normalidad, la pretendida normalidad, llegó porque sí.

Sánchez decidió por decreto que se había vencido al virus, que se podía hacer vida normal, irse de vacaciones, llenar las playas y hacer turismo con o sin mascarilla, disfrutar en la discoteca y que nadie se quedara atrás.

Pues ni el virus estaba vencido, ni se ha conseguido salvar a hoteles, restaurantes y chiringuitos del desastre. La normalidad no ha aparecido por parte alguna y al colegio se vuelve en la más completa de las incertidumbres. Lo único que se ha conseguido es que nadie se quede atrás, pero por la sencilla razón de que todos estamos atrás.

Para Sánchez era fundamental “acabar” con la pandemia antes de las vacaciones, fingir y hacer como si todo hubiera pasado y apuntarse el éxito. Además había que paliar el marasmo económico e intentar salvar el sector hostelero.

Y después de seis meses de que acabara el curso de forma abrupta, las cosas en la enseñanza siguen igual o más bien peor. El hecho de que no exista el riesgo cero no exime a ningún gobierno, por mucho que las competencias en la materia estén transferidas, de coger las riendas, dar directrices, coordinar planes de estudio, reestructurar asignaturas y, sobre todo, lograr que los españoles sepan a qué atenerse.

Celaá -que afirma una y otra vez que la responsabilidad de la enseñanza es de las autonomías- no se privó, en pleno cenit de la pandemia, de colocar a los españoles una ley de educación sectaria, totalmente ideologizada, pensada única y exclusivamente para gestar futuros votantes y fuera de toda negociación con las partes más directamente interesadas. No se entiende muy bien por qué -si las competencias en materia de educación son de las autonomías- Celaá elabora y “coloca” una ley de educación y lo hace en el tiempo y en las horas en las que debería estar preparando el curso que empezaba –según ella sí o sí- a pocos meses vista.

Ahora comienzan las clases “porque la enseñanza es fundamental para las generaciones que están llegando a la formación”, pero la verdad es que se comienza el curso porque a Sánchez, en este momento, le interesa no enfadar demasiado a los votantes que no sabrían qué hacer con sus hijos en casa, igual que le interesaba repartir el caramelo de las vacaciones y de las cañas en los chiringuitos.

Una vez más la verdad de Sánchez es la mentira. Porque lo único cierto es su necesidad propagandística: se ha vencido al virus gracias a su gestión; la vida económica se ha reanudado gracias a su gestión; los españoles han tenido vacaciones gracias a su gestión y la normalidad se ha conseguido gracias a su gestión.

 

Pero la realidad es que, gracias a Sánchez, somos el país con el balance más desastroso en la gestión de la pandemia.

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