Por la boca…Notas sueltas tras las homilías de Sánchez

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Dentro de poco el confinamiento no se medirá por semanas sino por homilías y los niños preguntarán a sus padres (que no a Celaá) ¿cuántas homilías nos quedan para poder salir a la calle?

Como decía Alfonso Sánchez, aquel inolvidable crítico de cine, las películas con niño prodigio, tienen el inconveniente de que cuando uno está más entretenido, ¡zás!, va el niño y se pone a cantar.

Con Sánchez pasa igual. Cuando los españoles están más afanados entreteniendo el confinamiento e incluso pretenden disfrutar de un poco de distracción durante el fin de semana, va Sánchez a la televisión y ¡zás! nos endilga una homilía.

Dentro de poco el confinamiento no se medirá por semanas sino por homilías y los niños preguntarán a sus padres (que no a Celaá) ¿cuántas homilías nos quedan para poder salir a la calle?

Y como esas homilías en cuanto al fondo  -prescindiendo de las consabidas mentiras, son simples panfletos publicitarios y se podrían colocar en el parabrisas de cualquier coche aparcado en la calle- nunca dicen nada nuevo sino que se limitan a colocar lo que ya sabemos y los contenidos son manidos, pobres y vacíos de cualquier mensaje interesante, y en cuanto a la forma son lastimeras, lacrimógenas, melifluas, blandengues, relamidas y cursis, pues ya tenemos una hora insoportable del fin de semana de la más o menos soportable “queda” en casa.

Pero siempre hay cosas que se pueden destacar en cualquier homilía por plúmbea que sea. A saber:

Nadie es tan necio e incompetente como para no darse cuenta de que lo es, y enseguida se dedica a justificar su incompetencia y su necedad buscando coartadas y socializando las culpas, cuando no achacándolas directamente a otros.

Sánchez busca justificaciones constantes. Desde lo dinámico de la pandemia que exige decisiones inmediatas y sin tiempo para analizarlas, hasta las culpas de Europa, los empresarios, los fascistas (que diría Montero) o el mínimo común denominador (¿) (que diría Iglesias) o la derecha o esconderse tras los expertos y los científicos. Todo es  repetitivo y vale para dar a una gestión, pobre e impotente, visos de seriedad.

El empleo de palabras o frases rebuscadas intenta que aparezca como novedad  algo de lo que se sabe hace meses que iba a ocurrir. Y ahí está el truco de las curvas, de los picos, de las “desescaladas” o de la hibernación.

 

En las ruedas  de prensa (ni ruedas, ni de prensa), la “paletería” de repetir el nombre de pila del “preguntante”, resulta irritante por hipócrita y pretenciosa de amistades y confianzas

Dice Sánchez que evitará los insultos y las frases gruesas, para “desescalar” la tensión política. ¿“Desescalará” también a Lastra?

Y también el “después de esto”, que es lo más inquietante. Afirma Sánchez que la mejor noticia sería que los políticos enfrentaran lo que venga, unidos. Pues no, la mejor noticia sería que se pudiera enfrentar el día después sin Sánchez.

Palabras y palabras. Europa, enemigo, guerra, unidad, sacrificio, victoria, nadie se quedará atrás, OMS, los más débiles, expertos, vamos a hacer…

Hay que reconocer que tiene mucho mérito ser la nada, no decir nada y que esa nada también sea una mentira.

Hay quien habla de la falta de humildad de Sánchez para eso de la autocrítica. Y es cierto, pero lo realmente preocupante es que ni siquiera, en su dureza facial, se aprecie un sonrojo o siquiera el más mínimo rubor.

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