Por la boca…El “oratismo” de Junqueras

Junqueras, que “lo volverá a hacer” y que sigue aspirando a su onírica república catalana, cada vez que abre la boca –aunque sea en presencia de Otegui, que ese sí que sabe- dice tales tonterías, sus aseveraciones son tan incoherentes y sus afirmaciones tan disparatadas, que cualquier abogado lo tendría fácil con aquello de las facultades mentales más o menos deterioradas.

Una de las funciones que se atribuyen al hecho condenar a un individuo por sus delitos a la pena de prisión, es lograr su reinserción, incluso su arrepentimiento y que vuelva a ser un sujeto sociable.

Ya que, a la vista está, con Junqueras ha fracasado eso de la reinserción y, por supuesto, lo del arrepentimiento, los servicios psiquiátricos y psicológicos de los correspondientes organismos de prisiones deberían haber intentado el “reajuste” de las neuronas del susodicho, para que al salir no desbarrara con las memeces de antes y, al menos, hubiera dejado de su “oratismo”, o parte de él, entre los hierros de la celda.

Junqueras que “lo volverá a hacer” y que sigue aspirando a su onírica república catalana, cada vez que abre la boca –aunque sea en presencia de Otegui, que ese sí que sabe- dice tales tonterías, sus aseveraciones son tan incoherentes y sus afirmaciones tan disparatadas que cualquier abogado lo tendría fácil con aquello de las facultades mentales más o menos disminuidas.

Dice el republicano catalán que está especialísimamente preocupado por lo que pasa en Ucrania donde una vez más un estado violenta los derechos humanos de la población civil. Afirma que esto lo vemos en muchos países y concretamente en el Estado español donde la corrupción y las derivas autoritarias aparecen  constantemente unidas unas a otras. Además, asevera que la única garantía que hay de que  la extrema derecha y una derecha cada vez más extrema, no consigan llegar al poder es precisamente la que aportan las formaciones separatistas de izquierdas (o sea él) que son las vanguardias contra el fascismo.

Con independencia de lo farragoso y sintácticamente penoso de su discurso (en catalán por supuesto) y obviando los lugares comunes y la propaganda de papelito en limpiaparabrisas de los coches que se gasta el condenado, hay que reconocer que no es fácil decir en tan poco espacio tantas tonterías, razonar con tan poca lucidez y reflexionar con tanta escasez de recursos y de argumentos.

Aprovechar la guerra, cualquier guerra, para comer sardinas asadas en las ascuas de los delitos por los que fue condenado por el Tribunal Supremo, es de una bajeza tal que hasta oscurece el “oratismo” de cualquier orate.

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