Por la boca… Y parieron los rectores

Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona.

No se trata de pedirles que vayan, por ejemplo, a Salamanca y aprendan de Fray Luís o de Unamuno, pero sí sería exigible un mínimo de dignidad académica en quienes rigen las universidades de Cataluña.

Como si la universidad no tuviera bastante con la masificación, con la bazofia del plan Bolonia, con el fraude en publicaciones, investigación y tesis doctorales, con el más que discutible nivel de nuestros egresados y con la más que dudosa competencia de muchos de sus discentes, van algunos rectores de las universidades catalanas y se sacan de la manga de sus togas la flexibilización de los exámenes -y el consiguiente regalo de cursos y titulaciones- a aquellos alumnos que se declaren independentistas y ejerzan como tales en huelgas y algaradas callejeras.

 No se trata de pedirles que vayan, por ejemplo, a Salamanca y aprendan de Fray Luís o de Unamuno, o que recuerden el ejemplo de Martín el Humano, el gran rey que fundó el primer estudio general de Barcelona, pero sí sería exigible un mínimo de dignidad académica en quienes rigen las universidades de Cataluña.

Tal como están las cosas en aquella región, no es extraño que los méritos de los que llenan las facultades de barricadas, destrozan mobiliario, queman muebles,  bloquean calles y paralizan medios de transporte, sean tenidos en cuenta en ciertos ámbitos académicos. Pero esos méritos deberían de ir acompañados de otros, no menos plausibles, en una universidad, tales como el esfuerzo, la excelencia, los conocimientos, la investigación, el dominio de ciertos saberes e incluso un mínimo espíritu universitario.

En las aulas de Cataluña han impartido clases Dámaso Alonso, José Manuel Blecua, Pompeu Fabra, Jaime Balmes, Ballesteros y Boix, Ignacio Barraquer, Laureano Figuerola, Pi i Suñer, Vicens Vives, Xavier Zubiri, Martín de Riquer o Balbuena Prat, entre muchos otros cuyos ejemplos podrían estar más presentes.

Poe suerte, en la universidad catalana, sigue habiendo profesores que han mantenido esa dignidad académica contra viento y marea y alumnos que, con valentía, han dado la cara para defender su derecho a dar clase, a examinarse de forma regular y a mantener el prestigio de las titulaciones que están cursando.

La actitud de algunos rectores es indigna en cualquiera que se precie y que honre su profesión docente, pero en quienes tienen la responsabilidad de mantener el prestigio de una institución docente, de sus profesores y de sus alumnos es, además de indigna, miserable por cobarde y por gregaria.

 
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