Por la boca… Pellizquitos de Celaá

Isabel Celaá, en rueda de prensa.
Isabel Celaá, en rueda de prensa.

Familia y enseñanza son los dos grandes ejes sobre los que pivotan la formación del individuo, su forma de pensar, su manera de ser, su sentido de la vida en común y -lo que es más importante- su capacidad de reflexión y su facultad para pensar libremente y elegir el camino  en la búsqueda de la verdad.

Las vías más importante para transformar una sociedad y para influir decisivamente en la formación de los ciudadanos -en el medio y en el largo plazo-  son la familia y la enseñanza.

Desde siempre, los partidos políticos que lógicamente pretenden conformar la sociedad según sus ideologías, han incidido en esas dos realidades. Familia y enseñanza son los dos grandes pilares y los ejes sobre los que pivotan la formación del individuo, su forma de pensar, su manera de ser, su sentido de la vida en común y -lo que es más importante- su capacidad de reflexión y su facultad para pensar libremente y elegir el camino en la búsqueda de la verdad. Aspectos, todos ellos que implican a la totalidad de la persona.

Quienes además de conformar e influir en la sociedad pretenden una vez conseguido el poder perpetuarse en su ejercicio, saben que la fórmula segura es moldear a los ciudadanos más jóvenes, y por eso más indefensos, y para lograrlo no dudan en quitar de en medio los dos obstáculos que, por su propia esencia, se oponen a esa finalidad: la familia y la enseñanza. 

Por eso, debilitar a la familia, hurtar a los padres el derecho a decidir qué educación quieren para sus hijos y colonizar esa educación con argumentos tan falaces como la igualdad de oportunidades, estarán siempre en la agenda de un gobierno socialcomunista.

Además, las ideologías de origen y pensamiento totalitario, marcan en sus acciones una pauta inequívoca: libertad para “hacer”, pero no libertad para “pensar”.

Celaá es una activista solapada y emboscada y va derecha a la obtención de ambos objetivos. A base de “pellizquitos de monja”  -aprovechando las excepcionales circunstancias que vive España- va colocando, con prisa y sin pausa, su ley de educación.

De ahí sus continuos ataques a la enseñanza privada y a la concertada.  De ahí el exabrupto ”los hijos no son de los padres”. De ahí sus intentos de uniformar los planes de estudio e implantar en ellos una sola ideología. De ahí su ataque frontal a la enseñanza especial. De ahí sus planteamientos de cara al nuevo curso, obligando a los centros privados a replantear profesorado y personal no docente, a remodelar aulas y espacios comunes, horarios y a afrontar costos imposibles de repercutir en las familias.

Todos los centros tienen su propio proyecto educativo, conocido y asumido por los padres y son esos proyectos, pergeñados al amparo de derechos irrenunciables, los que se pretende desvirtuar cuando no eliminar de golpe.

 

Por eso se habla de planes que proporcionen destrezas y posibilidades para insertar a los egresados, del nivel y del tipo de enseñanza que sea, en el mercado laboral, pero se orilla la capacidad de reflexión, la formación en el espíritu crítico, el interés en la búsqueda de la verdad y la defensa de la  libertad entendida en su más amplia expresión.

La enorme trascendencia de los “pellizquitos” de Celaá (retorcidos, subrepticios y perpetrados a oscuras) requiere de la acción decidida de la oposición y de una lucha política e ideológica que devuelva a la familia y a la enseñanza, de cara al futuro, sus derechos más fundamentales.

Post scriptum. Preguntar no es ofender: El secreto en relación a los grupos de expertos y de científicos que asesoran al Gobierno, ¿se debe al interés por salvaguardar la intimidad de las personas o al sonrojo que pueden provocar sus curricula?

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