Por la boca… El perro flaco y las pulgas

España no puede permitirse el lujo de que el Partido Socialista se convierta en el perro flaco y, mucho menos, que se le vengan las pulgas encima. Nuestra democracia necesita un partido de izquierdas, más o menos centrado, que constituya una seria alternativa de gobierno y ese partido no es otro que el PSOE.

No se puede decir que el Partido Socialista sea el perro flaco. Se trata de una formación con historia, con solera, con muchos millones de votantes y de simpatizantes. Un partido que ha gobernado y que ha hecho grandes servicios a España. El último ha sido el sentido de estado que ha demostrado Pérez Rubalcaba, en todo lo referente a la abdicación del Rey y a la proclamación del Príncipe de Asturias como Felipe VI.

El problema del Partido Socialista son las ‘pulgas’ y de esas tiene demasiadas.

Lo ocurrido en Cataluña tras la dimisión de Pere Navarro es una buena muestra. Que nadie quiera hacerse cargo de una formación como la de los socialistas catalanes, muestra muy a las claras que no hay excesiva talla en los posibles candidatos. O no hay talla o hay un miedo cerval al futuro y eso tampoco es bueno. Y puede haber miedo en Andalucía y en Extremadura y en Euskadi. Y, si es miedo, ya se pasa de la raya. Las disculpas para huir son pobres y no convencen a nadie.

Por el otro lado, el del valor, la osadía o las ambiciones políticas, las cosas tampoco están demasiado boyantes. Los candidatos que hay hasta ahora, de cara a las primarias, no ofrecen demasiadas garantías e incluso dentro del partido ya se habla de la ‘segunda edición’ refiriéndose al episodio de Rodríguez Zapatero.

Tampoco se vislumbra una figura clara y con ciertas cualidades para sacar adelante un hipotético gobierno.

Las extremosidades de Eduardo Madina y los afanes renovadores ‘de abajo a arriba’ de  Pedro Sánchez tampoco es que sean como para entusiasmar a nadie.

Que el Partido Popular no eche a volar las campanas ante esta situación. Aunque ganara las próximas elecciones generales, se necesitaría una izquierda solvente en la oposición y las alternativas que pudieran ofrecer Cayo Lara o Pablo Iglesias, son como para pensárselo dos veces.

 
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