Por la boca… Éramos pocos y parieron los verificadores

Y es que no han parido ni siquiera un ratón; y además una vez parido lo han metido en una caja de cartón y los de la ETA se lo han vuelto a llevar.

Si no fuera porque estamos hablando de muchos muertos, de muchas extorsiones y de mucho sufrimiento, sería una de las situaciones más chuscas, más grotescas y más ridículas que se han vivido en España en los últimos años.

Pero con todo, la ETA ha vuelto a cumplir con su papel y a seguir con su guion y los verificadores no es que hayan cumplido, es que se han pasado de cumplimiento de su cometido. Han venido a Bilbao, se han alojado en un cuarenta estrellas, han comido en uno de los mejores restaurantes del mundo -que ya es decir, tratándose del “Bocho”- y se han llevado una pasta gansa, que es de lo que se trataba. O sea que estos buenos hombres y mujeres no han podido hacer más. Tampoco se han pitorreado de nosotros, a no ser que, como ha ocurrido con algunos políticos, los hayamos dejado. Santos varones y santas hembras.

Pero el que no se sabe muy bien que ‘pito’ ha tocado en este cirio es el Lehendakari Urkullu. Encantado con la cosa de la verificación, no ha dudado en venir a Madrid para abrir la puerta del coche, a la salida y a la entrada del hotel, a los verificadores. Y lo ha hecho antes y después de su comparecencia ante la Audiencia Nacional para contar lo que saben sobre los etarras con los que se han reunido para lo de la caja de cartón. No es que hayan dicho mucho, ni que quieran saber demasiado, pero se presentaron en Madrid los tres santos varones, porque a las santas hembras sus quehaceres no se lo permitieron; y allí estaba Urkullu acompañándoles a la salida y a la entrada del hotel, que menos mal que en Madrid no llovía porque si no le hubiéramos visto acompañarles con un paraguas hasta el coche.

El papelón del presidente del País Vasco ha sido como para pensárselo dos veces: el papelón y el seguir siendo Lehendakari. Si la entrega de armas de la ETA va a ser lo que parece que va a ser a juzgar por lo visto en la mascarada del fin de semana, al menos nos podríamos ahorrar el hotel, los viajes y las comidas de los santos varones y de las santas hembras y pensarnos mucho el sueldo del Lehendakari, porque en cualquier hotel que se precie siempre hay alguien para abrir las puertas de los coches y para llevar el paraguas cuando llueve. 

 
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