Por la boca… El recato de los pactos

Los políticos que, en las campañas electorales se muestran locuaces y hasta lenguaraces, se vuelven callados, discretos y hasta recatados en cuanto suena en sus oídos la palabra pacto.

Si las encuestas no se equivocan, tras las elecciones andaluzas, esos pactos van a brillar por su presencia y la palabra ‘bisagra’ está en boca de todos. Las cábalas se hacen para todos los gustos y nadie se atreve a apostar por unos resultados que propicien mayorías que sean, no solamente absolutas, sino medianamente desahogadas.

Dicho sea de paso, esto de los pactos para poder gobernar, es una de las grandes paradojas e incongruencias en las que se mueve nuestra clase política. Todo se les vuelve hablar del final del bipartidismo e incluso de la necesidad de abrir el espectro parlamentario a nuevas formaciones, pero cuando se les aparece el fantasma del gobierno en minoría todos hablan de ‘gobernabilidad’ lo que, traducido al lenguaje político del día a día, supone buscar la mayoría por cualquier medio y en cualquier pacto. A todos los políticos, incluso a los que hablan de lo negativo de las mayorías absolutas, les da pavor, aunque lo oculten, gobernar en minoría y a base de pactos concretos y circunstanciales.

Pero de eso no se habla porque todos van a ‘ganar por amplia mayoría’ y nadie va a necesitar pactar. Bien está, pero no se lo creen ni ellos mismos.

Ocurre que la ‘gracia’ de Susana Díaz de convocar elecciones, ha convertido los comicios andaluces en un ‘ensayo con todo’ para las próximas convocatorias con que nos amenazan a los españoles. En esta situación, los posibles pactos en Andalucía suponen un lastre, posiblemente insoportable, para los cónyuges de esos hipotéticos matrimonios de conveniencia.

Suponiendo que gane el Partido Socialista y admitiendo la necesidad de pactar con alguien, ese pacto va a condicionar, con toda seguridad, las campañas en otras comunidades autónomas y, por descontado, en las generales. A la dificultad de los pactos, propiamente dichos, se une, en este caso, el peligro de esos pactos para los ‘segundos tiempos’ que nos esperan.

Y eso, conlleva otra dificultad añadida. Sabido es el cuidado que se pone en algunas autonomías por no dar la sensación de dependencia del partido estatal, pero si hay que pactar, y esos pactos van a repercutir en próximas elecciones, será muy difícil mantener alejados, de las posibles negociaciones, a los dirigentes nacionales.

 
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