Por la boca… Sánchez y Díaz, en pleno botellón ideológico

Dicen que socialistas y comunistas, luchan por apuntarse los tantos de las mejoras sociales. El problema es que esas mejoras no se ven por parte alguna.

Desde que se fue (o le fueron) Redondo  -como en algo se tenía que notar su ausencia- los sustitutos han dado en la costumbre de exhibir más a Sánchez. Las exhibiciones se hacen mayormente los fines de semana, ante auditorios protegidos -que dirían los animalistas- más bien domesticados, aplaudidores y propicios al botellón ideológico, y es en esos momentos cuando Sánchez destapa el tarro de las esencias dadivosas y millonarias y se dedica a suplementar los presupuestos nonatos, para atender las demandas sociales de los ciudadanos que califica de vulnerables. 

Aparte de que vulnerables, lo que se dice vulnerables, lo son todos los españoles desde que Sánchez está en La Moncloa, los suplementos subvencionistas tardan en llegar o no llegan, y si no que se lo pregunten a los palmeños, con lo que el efecto limosna pierde gas.

Pero es lo mismo. Porque de lo que se trata, según los analistas, es de allanar el camino a Tezanos y arrogarse el mérito de ser el partido de  los avances sociales y de las conquistas laborales. Y al parecer en esa batalla están Sánchez y Díaz. Dicen que socialistas y comunistas, luchan por apuntarse los tantos de las políticas sociales y, también afirman, que Díaz y Sánchez beben los vientos porque el marcador se decante a su favor. El problema es que esas mejoras no se ven por parte alguna.

Porque por mucho que se empeñe Tezanos, no es fácil llamar conquistas laborales a la batalla por las leyes laborales, a las cifras de paro, a la cantidad de jóvenes que buscan su primer empleo, al silencio sindical retribuido o a los ERTES que todavía colean de la pandemia. Y tampoco resulta de recibo calificar de avances sociales a las colas del hambre, a los precios de la luz, a los intentos de machacar el mercado de los alquileres, a la subida de los carburantes o a la cantidad de impuestos, más o menos indirectos, que soportan y van a tener que soportar los españoles.

Por eso no se entiende muy bien ese afán de apuntarse tantos que no existen, a no ser que los aborregados que aplauden los fines de semana mientras contestan al cuestionario de Tezanos, estén dispuestos -además de tragarse el bocadillo mitinero- a engullir la filfa de que hay avances en lo social, bienestar en lo económico y un futuro de lo más esperanzador para sus hijos.

Posiblemente la lucha entre Díaz y Sánchez sea más bien electoral en el sentido más puro del término y se trate de hacerse un hueco entre los aliados separatistas y sucesores de la ETA, que ya les tienen dicho a comunistas y a socialistas que los prefieren en La Moncloa, aunque hasta el final estarán jugando a cuál de los dos les gusta más. Como Don Hilarión.

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