Por la boca… Sánchez el increíble por incapaz

Pedro Sánchez
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, ofrece una rueda de prensa en Moncloa tras participar en la reunión del Consejo Europeo Extraordinario sobre el Coronavirus.

Una cosa es estar seguro de que Sánchez miente siempre y, por tanto, no creerle y otra su falta de credibilidad como gobernante y como dirigente de un partido, precisamente porque no se confía en sus capacidades para desempeñar esas responsabilidades.

Sánchez ha decidido terciar en la campaña madrileña y lo ha hecho -como  era de esperar- atacando a Ayuso y a su gestión de la pandemia y -como también era de esperar- mintiendo descaradamente. Esas acciones electoralistas más que electorales, son una vez más, producto de su afán por engañar, pero también son una muestra de su incapacidad para ofrecer un programa, si no atractivo, basado en las propias ideas y no en el ataque frontal a algo y a alguien.

Para eso, Sánchez, es incapaz.

No es que, como reza el diccionario de la Real Academia, Sánchez sea un sujeto “difícil de creer” (que lo es) el quid de la cuestión es que es imposible creerle. Con independencia de sus mentiras habituales Sánchez tiene un déficit brutal de credibilidad.

La credibilidad de un político estriba en gran parte en la confianza que inspira a los ciudadanos, no porque lo que dice sea cierto o no, sino por lo que hace. Se trata de fijar el punto de mira de su credibilidad en la capacidad para la gestión de la cosa pública, en sus dotes como dirigente y en sus posibilidades de éxito en la solución de los problemas comunes y ahí, Sánchez tiene el marcador a menos cero.

Son muchos los ciudadanos que, en voz más alta o con sordina, no creen en lo que hace ni tienen la menor esperanza positiva en lo que sea capaz de hacer.

Ciudadanos que no creen en sus promesas no ya porque miente al hacerlas,  sino porque le consideran impotente para cumplirlas.

Una cosa es estar seguro de que Sánchez miente siempre y, por tanto, no creerle y otra su falta de credibilidad como gobernante y como dirigente de un partido, precisamente porque no se confía en sus capacidades para desempeñar esas responsabilidades.

Europa es un ejemplo diáfano de esa incapacidad. No es que su gestión en Europa, incluso su predicamento frente a otros dirigentes, no sea creíble por que engaña, es que nadie cree en su categoría personal y política para medirse a esos dirigentes y ahí la cosa, para España y para los españoles, es incluso más grave que la mentira.

 

No es fácil que Sánchez se acostumbre a la verdad, pero a lo mejor, con gran esfuerzo podría conseguirlo. Pero lo que nunca  logrará es un mínimo de credibilidad en su capacidad de gestión y de gobierno.

El estoconazo: El Departamento de Estado U.S.A alerta sobre el riesgo que corre la libertad de expresión en España.

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