Por la boca…Sánchez: Las malas compañías

Sánchez desde su llegada a la política, como desconocido concejal en Madrid, hasta su ascensión al cielo de La Moncloa siempre ha elegido mal sus compañías.

Su soberbia, pese a su falta de sustancia política, y su propia carencia de escrúpulos son su principal enemigo

Serrat afirmaba en una canción que tenía amigos sinvergüenzas, golfos y hasta malhechores y que su madre le tenía dicho que tuviera mucho cuidado con las malas compañías.

En política hay enemigos (algunos hipócritas dicen que son adversarios) y puede -aunque sean un bien escaso- que haya amigos, pero lo peor para un político son las malas compañías, que además tienen un factor negativo añadido: las escoge uno mismo y normalmente porque quiere.

Lo que ocurre es que en la gran mayoría de los casos llega un momento que es imposible abandonar esas malas compañías y uno se hace rehén de esos amigotes.

Y Sánchez desde su llegada a la política, como desconocido concejal en Madrid, hasta su ascensión al cielo de La Moncloa siempre ha elegido mal sus compañías.

 A lo mejor esa querencia  le viene dada porque su peor compañía es él mismo. Su rencor frente a los que le echaron de Ferraz, su soberbia pese a su falta de sustancia política y su propia falta de escrúpulos son su “peor compañía”.

Se ha rodeado de malas compañías en el Gobierno, porque además de los comunistas -que si tuvieran un poco más de fuerza volverían a perpetrar el “abrazo del oso” contra los socialistas- tiene miembros de su propia cuerda que le “aguantan” hasta que se tambalee en el poder y a la menor señal de debilidad le convertirán en leña.

Sánchez está mal acompañado por quienes le llevaron a la Presidencia, con el único objetivo de sacar tajada independentista, judicial, económica y hasta electoral, de quien se presta a todo con tal de permanecer.

 

Y Sánchez está mal acompañado en el propio Partido Socialista porque, en Ferraz, hay muchas escopetas cargadas aunque en Valencia se hayan escondido tras una falsa unidad.

Malas compañías para quien con 120 escaños -solo 120 escaños- pretende transformar España en un paraíso artificial socialdemócrata, con un sistema más artificial aún, y con la que no tragarán la mayoría de sus malas compañías.

Porque el primero que no tragará con esa ficticia socialdemocracia es el propio Sánchez. Y luchar contra uno mismo y contra los demonios que uno lleva dentro, es la batalla más difícil para un político, aunque resulte tan escasito en todo. Incluso en demonios.

La carcajada: Dice Sánchez a propósito del cese de algunos ministros: “Hay que renovar proyectos. Hemos pasado unos tiempos en los que las semanas parecen meses y los meses parecen años. Hemos tenido un alto nivel de exigencia”

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