Por la boca… una sentencia bonita

Dice Manuela Carmena ‘me han dicho que es una sentencia bonita’, al referirse a la que absuelve a su portavoz Rita Maestre. No dudamos -a la vista de alguno de sus autos cuando ejercía la judicatura- que también Carmena hubiera absuelto a la concejala e incluso hubiera hecho algún considerando de alabanza y hasta la hubiera señalado como ‘paladina’ de la libertad de expresión al desnudo.

A estas alturas, lo de menos es lo que Manuela Carmena diga de la sentencia y hasta lo que hizo Rita Maestre porque cada uno es dueño de exhibirse física y mentalmente como le venga en gana y tomar ejemplo para sus reivindicaciones, de fondos más o menos sórdidos; pero sí hay que comentar, no ya la sentencia absolutoria, sino los razonamientos (es un decir) con los que se arropa el fallo.

Se absuelve porque no ha habido intención de ofender sentimientos religiosos. Asombra, a la vista de lo sucedido, el desahogo de los magistrados para juzgar intenciones.

Se absuelve porque no ha habido más que una profanación virtual. Profanación y virtual en la que solamente se gritó, no se llegó a nada físico. Asombra que no se consideren ofensivas ni amenazantes, frases como ‘arderéis como en el 36’, ‘sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios’, ‘contra el Vaticano poder clitoridiano’ y otras no menos ingeniosas y enormemente delicadas y sesudas, como si el clítoris o los ovarios de las manifestantes y de Rita Maestre, tuvieran la más mínima importancia a la hora de defender la libertad de expresión, la democracia o la dignidad de la mujer en la universidad española.

Asombra que cuando a alguien, que está rezando, en una capilla le gritan que le van a quemar, los magistrados no consideren las intenciones de la víctima que a la mejor se siente amenazada e impedida de ejercer sus derechos en materia de práctica religiosa.

Asombra que en la sentencia se afirme que no se llevaron a cabo hechos grotescos, por parte de mujeres que, como forma de protesta, se desnudan públicamente.

Asombra que toda una Sala que, a la vista de lo sucedido y de la absolución, no parece tener una excesiva sensibilidad por creencias, símbolos y sentimientos religiosos, afirme como hecho exculpatorio, que ‘no se tocó el Sagrario’. Y asombra porque, una de dos, o el Sagrario no es lo que es para los creyentes, o si lo es, y los magistrados lo reconocen, hubo manifiesta profanación y ofensa.

En cuanto a la calificación de bonita para una sentencia semejante, como sabe muy bien la señora Carmena, lo bonito y lo feo son algo muy subjetivo, muy de cada persona.

A la vista está ¿o no?

 
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