Por la boca... Pero ¿quién c... está en la tienda?

Cuentan de un comerciante moribundo que iba preguntando dónde estaban sus allegados, mujer, hijos e incluso amigos y al contestarle que todos estaban allí, a su lado, preguntó inquieto: pero ¿quién c... está en la tienda?

Eso nos podríamos preguntar los españoles ante el espectáculo diario de políticos y de partidos. Unos preocupados por la corrupción de los otros, los otros tratando de ocultar sus vergüenzas, el de más allá enzarzado en batallas internas, aquellos inquietos por las primarias, estos enfrascados en una ley electoral que les favorezca, la izquierda ocupada en arrancar votos a un lado y a otro y situarse en el centro, la derecha enfrascada en quitar votos a sus flancos y no perder el centro, los extremos dedicados a no parecer extremos y el que más y el que menos, trabajado para conservar el sillón, el que sea, pero a no perderlo.

Mientras, en la tienda de los problemas -sociales, económicos, ideológicos, de convivencia, de bienestar, seguridad social, laborales, de infraestructuras o los derivados de una simple nevada- no hay nadie y los clientes, hartos de no ser atendidos, se marchan porque -aunque nunca nos digan la realidad de los españoles que empiezan a estar desencantados de votar cada cuatro años y de sospechar que su voto no sirve para nada -lo cierto es que el descontento por la gestión política es general y que el sentimiento de que nadie atiende los problemas reales, campa a sus anchas.

Estamos demasiado acostumbrados a que la política en España gire en torno a la vida de los partidos políticos y eso supone un empequeñecimiento del discurrir de la cosa pública en beneficio del común.

No se trata de acudir al ejemplo alemán -entre otras cosas porque en todas partes cuecen habas- pero sí sería exigible un punto de mira un poco más alto que el propio ombligo de los políticos.

A alguien debería hacer reflexionar el hecho de que cuando surge alguna iniciativa ciudadana, del tipo que sea, la respuesta sea masiva, lo que parece indicar el hartazgo que existe en relación a las formaciones políticas de siempre. La alta participación en las recientes elecciones en Cataluña, es evidente que no contradice el aserto anterior, ya que es fruto de una situación determinada.

Mientras el argumento político esté en la Venezuela de Maduro, en los muertos de hace más de ochenta años, en los intereses electorales de cada uno, en un escapado de la justicia, en las declaraciones de presuntos corruptos o en los delirios de unos conatos de filólogas analfabetas, hay que seguir preocupándose por el abandono que se está produciendo en la tienda.

O sea, en el negocio de todos.

 
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