Por la boca… Totalitarismo democrático

Pedro Sánchez. Rueda de prensa Moncloa 2 de mayo de 2020

Si un gobierno en coalición, de la que no se habló en campaña electoral, y con la Constitución en la mano puede gobernar a su antojo y sin control, es que algo muy fundamental está fallando en esa Constitución, y la legalidad en la que se apoyan esas actuaciones es más que dudosa.

La democracia en España se está quedando reducida a la jornada electoral y poco más. Desde el momento en que uno de los partidos en liza, en solitario o mediante acuerdos, accede al gobierno, la evidencia demuestra que la democracia tiende a debilitarse.

Cuando con el pretexto de atajar una pandemia se restringen las libertades de los ciudadanos; se cercena su derecho a la libre circulación; se mutila la iniciativa privada en las empresas; se empobrecen las posibilidades de trabajar o se expía la actividad privada a través de los teléfonos, hablar de una sociedad democrática es un sarcasmo.

Cuando con la excusa de una situación sanitaria grave, se debilitan las funciones del Poder Legislativo, del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional; se legisla a escondidas sobre la enseñanza; se hacen nombramientos en la Administración sin la deseable publicidad previa; se introducen cambios en organismos tan sensibles como el Centro Nacional de Inteligencia; se amenaza y se chantajea con legislaciones laborales y fiscales sin discusión parlamentaria; se arrebatan competencias a las autonomías o se vigila y se controla el Poder Judicial, la conclusión no puede ser otra que afirmar que el gobierno socialcomunista -con ideologías de amplia historia y tradición dictatoriales a sus espaldas-  está privando de sus  libertades a los españoles. 

Si un gobierno en coalición, de la que nadie  habló en campaña electoral, y con la Constitución en la mano puede gobernar a su antojo y sin control, es que algo muy fundamental está fallando en esa Constitución, y la legalidad en la que se apoyan esas actuaciones es más que dudosa.

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Si la democracia, en su esencia, es fundamentalmente un equilibrio entre poderes, un contrapeso para que todos puedan controlar a todos, está claro que en la actual situación –aunque viene de largo- ni contrapesos ni equilibrios se dan en España eclipsados totalmente por los intereses de unos gobernantes que se debaten entre la ignominia antidemocrática y la estulticia de sus propias limitaciones para gestionar, con un mínimo de eficacia, una situación extrema.

Estamos ante un doble problema por cuanto un gobierno totalitario, puede coincidir perfectamente -a la vista está- con un gobierno y un ejecutivo cortomental.