Por la boca…En Libia, ni galgos ni podencos

Guerra en Libia y España metida en ella, con la aprobación de parte de la oposición, la parte más importante, y las dudas –al menos para quedar bien- del resto. Esta vez no hay manifestaciones, ni pancartas, ni cejas y, como ha dicho Blanco, tampoco hay foto de las Azores. Y por no haber, como ya es costumbre, no hay la más mínima información fehaciente de los cómos, los ‘por qués’ y demás zarandajas.

Mientras los políticos, e incluso la opinión pública, se enzarzan en la discusión de los galgos de Irak y de los podencos de la resolución de las Naciones Unidas, y de que si unos hicieron lo que otros no hacen y que si los otros hacen lo que tanto criticaron a los unos, lo cierto es que el español medio, no se entera de nada.

Todos dicen –pero no es verdad- que no van a usar la decisión de entrar en la guerra de Libia para hacer demagogia y que no la van a tomar como baza electoral. Pero, con independencia de que cada uno es muy libre de creer o no creer lo que digan nuestros políticos, esa no es la cuestión. No es la cuestión que los de un lado reprochen a los de enfrente lo que los de enfrente les reprocharon en su día o viceversa, o que los partidarios de unos y otros se enzarcen en discusiones estériles. La cuestión es que estamos metidos en una guerra y nadie nos ha explicado nada.

Es muy posible que sea lógico y normal que estemos ahí. Es muy posible que sea la única decisión coherente. Es muy posible que España no pueda permitirse lujos que se permite, por ejemplo, Alemania y hasta hay que tener en cuenta que somos un país mediterráneo y que no tenemos fuentes de energía, pero la población española debería de estar más informada.

¿Cuál es la situación geoestratégica que nos obliga a intervenir? ¿Cuál es el costo, no sólo económico, de nuestra participación? ¿En qué consiste realmente esa participación? ¿Qué intereses defendemos? ¿Se han estudiado las consecuencias? ¿Nuestra participación, tiene ventajas o desventajas en un futuro inmediato para nuestras posiciones diplomáticas? ¿Cómo va a influir la situación que se ha creado, en nuestra política energética? ¿Tiene todo esto algo que ver con nuestras relaciones con los países árabes, vecinos del Mediterráneo? ¿De verdad se toman las decisiones o se hacen declaraciones, sin mirar a los carteles electorales?

Y lo que es peor: ¿Todas estas preguntas le suenan a chino a Trinidad Jiménez?

 
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